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EL JUKEBOX DE LA HISTORIA

Garth Brooks, el atleta vaquero

Desde 2001, el músico de Oklahoma, estrella de los 90, sólo abandona su retiro para actuar en conciertos benéficos

ABC

MANUEL DE LA FUENTE

Acaba de cumplir 49 años (nació en Tulsa, Oklahoma, el 7 de febrero del 62), pero parece que lleva en esto desde la noche de los tiempos aunque, realmente, esté medio retirado desde el 2001, y sólo aparezca de vez en cuando sobre los escenarios para ofrecer conciertos benéficos, como l a tanda de diciembre en Nashville, a la que asistieron 140.000 personas .

Pero es que Garth Brooks siempre ha ido por libre. Precisamente, allí, en Nashville se presentó hecho una chavalillo (poco más de 22 años) para hacerse un hueco. A la primera no fue la vencida y se volvió al terruño. Se casó con su novia de la Universidad, Sandy Mahl, y siguió actuando por garitos y honky-tonk de Oklahoma, olvidada ya su carrera deportiva como lanzador de jabalina . Tres años después, Garth volvió a Nashville y el sueño americano se hizo realidad: un ejecutivo de Capital Records lo vio en un bareto y lo fichó. Su primer álbum, Garth Brooks , le puso en la onda, pero el segundo, No fences (1990), lo llevó a la estratosfera: 700.000 copias vendidas en diez días. Llegaría a vender 10 millones. A la tercera todavía fue más la vencida: Ropin the wind (1991) trascendió las fronteras (casi siempre estrechas) de la música country y llegó a otro tipo de audiencias. The Chase (1992) e In pieces (1993) siguieron el mismo camino.

Brooks había roto los moldes. Aceptaba el country como el armazón de su cancionero, pero no era un pureta, un tradicionalista acartonado. Su concepto dinámico y burbujeante de la música campera calaron en la gente. Además, en directo, supo convertir un concierto de country en un espectáculo de rock de todas todas: micrófono inalámbrico para poder corretear por el escenario, poleas y un arnés que le llevaban por los aires en medio del delirio de los aficionados, luces, pirotecnia... Garth se lo montaba muy, pero que muy distinto al típico trovador campero melancólico, solitario, llamando siempre a la compasión.

A lo largo de su carrera, Garth Brooks ha llegado a facturar casi 120 millones de discos . Pero tras su divorcio en el año 2000 decidió hacer mutis por el campero foro, cansado de las exigencias del mundillo musical, y decidido a dedicarse a su vida privada, en la que seis años después irrumpió una cantante rubia de Georgia, Trisha Yearwood , a la que Garth siempre había apadrinado. Le pidió matrimonio el 25 de mayo de 2005, ante siete mil seguidores que habían acudido a un homenaje al artista. Rodilla en tierra, Brooks se quitó el sombrero y dijo las palabras mágicas: «¿Quieres casarte conmigo?». A pesar de la sorpresa, Trisha pronunció el sí quiero y el 10 de diciembre de ese año se casaban en und discreta ceremonia en la casa de Brooks en Oklahoma. De momento, no hay nuevas grabaciones. Y allí, junto a la hoguera, Trisha y sus hijos, debe seguir Garth, aquel lanzador de jabalina de Oklahoma que se zampó Nashville y medio mundo con su música.

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