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CONTRA LA LEY ANTITABACO

El insumiso del puro

Es donostiarra, le gustan los puros y prefiere ir a la cárcel antes que prohibir que se fume en su restaurante de Marbella. Así es José Eugenio Arias, el cruzado del humo

FRANCISCO APAOLAZA

José Eugenio Arias es un hombre de buen comer al que en las sobremesas le gusta fumarse un habano «de los buenos». Nunca hubiera imaginado que le fuera a caer un puro de semejante envergadura. La Junta de Andalucía le reclama 145.000 euros por dejar a sus clientes fumarse la reforma de la Ley del Tabaco en su restaurante de Marbella y permitir el humo en su local pese a las restricciones aprobadas desde principios de año.

El día 2 de enero, cuando el resto de los bares y restaurantes de España guardaban los ceniceros, José Eugenio Arias se convertía en insumiso. A sus 45 años. En el Asador Guadalmina, de Marbella, se podía -y se puede aún- fumar a sus anchas. «Yo pensaba que nadie iba a acatar la ley», asegura. El 3 de enero, su cara estaba en todos los medios. La decisión de ser el primer galo irreductible de la nicotina le traería, en adelante, la sombra de la ruina y también el brillo de la fama. Jura y perjura que no es deseada: «Nunca en mi vida me imaginaba que se iba a montar semejante lío». Lo explica en plena acera de la Castellana de Madrid, donde ayer recogía firmas para su causa y explicaba que tenía el apoyo en privado de varios dirigentes del Partido Popular. Abrigo verde, pegado al iPhone para hablar con las radios, atento ante las cámaras, José Eugenio se ha convertido en una estrella mediática que ha llegado a tocar el olimpo de las tertulias. «Como si fuera la Esteban», admite sorprendido su hermano, que le ayuda en la pelea contra la reforma de la Ley del Tabaco. 'Reforma y ruina'. Así se llama la asociación con la que pretende «sacar del armario» a los «cientos» de locales que permiten a sus clientes echar un cigarro en la barra. De momento, son cinco.

Es un héroe bajo la nube de contaminación que asedia Madrid desde el cielo. En la acera preguntan por él, se interesan, le dan la mano, le infunden ánimo, lo abrazan junto a la mesa en la que se acumulan las firmas y de paso se fuman un pitillo. Dice que lleva 100.000 rúbricas. Si llega al medio millón -espera conseguirlo en 40 días después de una gira por todo el país-, recurrirá la inconstitucionalidad de la norma. «Lo voy a conseguir y, si no lo consigo, que sepan que no me van a sacar un duro. Soy muy terco. Y si me llevan a la cárcel, igual comienzo a fumar... Allí se puede».

A los que no le apoyan, los convence a base de insistir.

-Qué, ¿tú no firmas? -invita a un periodista-.

-No.

-Pero fumas. Y te gusta echarte un cigarrito cuando te tomas una cerveza, ¿no?...

-Sí.

-O sea, que te dan por... Y no protestas.

El joven acabó firmando, como también puso su nombre en la hoja Mercedes Sainz (66 años, Madrid) que no fuma, pero que vio el martes a José Eugenio por televisión y se quiso acercar. «Es una vergüenza que le pidan semejante cantidad de dinero. Si tengo que darle un euro o veinte, se los daré para apoyarle».

Humo en la cuna de la jet

José Eugenio es hoy una suerte de cruzado moderno contra el sistema, David contra Goliath, pero en versión hostelero marbellí. Resulta por lo menos anecdótico que la asonada de la ceniza no ha prendido en una barriada obrera, sino en el Asador Guadalmina, un centro de reunión de clientes anónimos, pero también artistas y empresarios, construido en una de las urbanizaciones más chic de la costa española, cuna de la jet set de la Costa del Sol. La revolución desde las élites. «Es un restaurante normal

al que va gente corriente y del que se han dicho muchas mentiras, por ejemplo, que Aznar es uno de los clientes asiduos. Nunca ha estado en mi restaurante».

Sí es cierto que Arias es de San Sebastián. Allí nació en 1966 y pasó su juventud a la vera de La Concha en el seno de una familia afín a Alianza Popular que tuvo que salir del País Vasco en el 84 ante la amenaza del terrorismo de ETA. De allí, a Marbella. «No se comía bien». Y abrió su restaurante, que podría tener hoy los días contados. Según la consejera de Salud de la Junta de Andalucía, María Jesús Montero, su actitud «intolerable» podría acarrear el cierre del negocio. La perspectiva de quedarse con una mano delante y una detrás es un mal menor para él, pero no para su mujer y sus tres hijos. «Están asustados».

"Carrillo fuma"

No todos están con él, ni los pueblos le siguen a ciegas. A Arias lo denunciaron algunos compañeros de la hostelería de Marbella, desmintiendo aquello de que 'perro no come carne de perro'. Según ellos, Arias está haciendo una campaña publicitaria en favor de su restaurante que le podría salir muy cara. «Me da pena porque son mis amigos, pero sus negocios estaban hundidos antes, por la crisis».

Por la tarde, Arias traslada su mostrador a las cercanías del Santiago Bernabéu. Hay octavillas, papeles con casillas para los nombres de los solidarios y hasta una fotografía de Santiago Carrillo, sólo que sin consignas obreras. El lema dice así: «Santiago Carrillo (Sí, el de Paracuellos). Edad, 96 años. Fumando desde los 14. 82 años fumando y no se ha muerto. El tabaco no mata. Pajín miente». Sorprende Arias, cuando asegura ante las cámaras que no está allí para defender el tabaco -«sí la libertad de decidir de los hosteleros»- y tampoco para meterse en política, pese a que saca del tiesto su discurso con algunos 'regalos' a los socialistas. Arias denuncia «una cortina de humo» manejada por el Gobierno. «Me utilizan para tapar temas como el juicio a Otegui o la refinanciación de las comunidades autónomas. Aquí importa más la multa a un hostelero que las multas a los terroristas y la miseria profunda en la que han sumido a España».

«Ningún gobierno ha podido con quince millones de ciudadanos», dice. ¿Tantos? Según sus cálculos y los apoyos que recibe, proclama que son el 99% de los que disfrutan con el tabaco. De estos dos meses que lleva de rebeldía le han llamado la atención dos cuestiones. Una, el sostén ciudadano a su cruzada. La segunda, que no haya tenido el apoyo que esperaba del Partido Popular. Al menos, el apoyo público. «En privado me han dicho que cuando lleguen al poder derogarán la ley», asegura.

Nadie le puede negar que es un tipo constante, incansable, sólido en sus decisiones. En su rebelión del humo, ha exigido una reunión con el propio Rajoy, su esperanza en una hipotética llegada a La Moncloa. ¿Hay respuesta? Según el vasco, tienen una reunión... pendiente de la agenda del candidato. «Estoy seguro de que me van a escuchar».

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