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Las huelgas se suman a la protesta popular para que Mubarak dimita

Las manifestaciones de la plaza Tahrir se extienden a los alrededores del Parlamento. Choques mortales con la Policía en el sur de Egipto

AP

Nadie dijo que liberar a Egipto de Hosni Mubarak fuese ni fácil ni rápido, pero ayer empezaron a registrarse peligrosos síntomas de impaciencia en muchos puntos del país. Los más extremos se produjeron al sur, en la localidad de Jarga, donde la policía abrió fuego real contra una multitud matando a tres ciudadanos e hiriendo a otros 60. Protestaban contra los presuntos maltratos y la represión días atrás del jefe de la comisaría que —como cientos de miles de agentes— desapareció de las calles el 28 de enero y el miércoles volvía al trabajo amenazado por las ansias de linchamiento.

En Jarga acabaron quemando el puesto de guardia; en Port Said, en el Mediterráneo, los cuarteles y el coche del gobernador. La fiereza contra los agentes de Mubarak se solapaba con una crispación galopante que ha prendido en el ámbito laboral: a la huelga de 6.000 trabajadores del estratégico Canal de Suez se sumaba ayer la de los funcionarios de Correos.

También hubo paros en las petroleras Petrotrade, Petroment y Syanco, en la red ferroviaria y sus 3.000 empleados, a los que hoy acompañarán también los 1.000 dependientes de la Autoridad Publica de Transportes. Reclaman mejoras salariales y dignidad a un régimen que les asfixia en la pobreza. Egipto se paraliza, se ha retrasado la reapertura de colegios. La nueva presión multiplicaba las fuerzas en la plaza de Tahrir, que también se superaba a sí misma en ambición y en coraje abriendo sucursal frente al Parlamento.

Cundió por la mañana el rumor de que los soldados iban a desalojar a los jóvenes del centro de El Cairo. Por la tarde, el titular de Asuntos Exteriores, Ahmed Aboul Gheit, confirmaba que las habladurías no estaban desencaminadas. «El Ejército va a intervenir en caso de caos para hacerse con el mando de las situación», declaraba a la cadena Al Arabiya. Pero para entonces, miles de manifestantes ya se habían aventurado a montar un nuevo campamento delante de la Cámara. Allí, 475 de los 508 diputados lo son del Partido Nacional Demócrata (PND) de Mubarak, cómplices de la corrupción y del saqueo del Estado. Y el objetivo ahora es la disolución de su mandato, logrado además con el último y descarado pucherazo en las urnas perpetrado el pasado mes de diciembre. Se estima que el siguiente blanco a paralizar será la televisión pública, órgano máximo de propaganda, que sigue ignorando las manifestaciones de la calle.

«Nosotros o el caos»

El Egipto que hasta antes de ayer pareció sucumbir anestesiado por el juego de negociaciones y de reuniones de salón del vicepresidente, Omar Suleiman, se ha sobrepuesto. Tahrir ha recuperado el pulso y la iniciativa. Al cierre de esta edición hervía en su reivindicación de «fuera Mubarak». No contribuyó en absoluto a aplacar el creciente malestar el último mensaje oficial —otra vez Suleiman a los micrófonos—, advirtiendo ayer que «no tolerarán» la «desobediencia civil» y que no hay más camino que aquel que el Gobierno marca.

«El diálogo y la comprensión son la manera de obtener la estabilidad en el país y salir de la crisis pacíficamente con un programa de pasos continuos. La segunda manera, alternativa, sería un golpe de Estado, y queremos evitarlo», dijo Suleiman. Y añadió, «no habrá final del régimen, ni un golpe de Estado porque eso significaría el caos».

Pero diálogo tampoco. Los Hermanos Musulmanes lo rechazaron ayer en rueda de prensa recordando que sentarse con Suleiman es asistir a un «monólogo», y que no se prestarán a pantomimas mientras Mubarak no renuncie.

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