«Los políticos se olvidan de la ciencia y del sentido común»
Enrique Castillo es académico de ingeniería y premio Torres Quevedo 2010
BLANCA TORQUEMADA
- Ha donado los 100.000 euros del Premio Nacional de Investigación Leonardo Torres Quevedo para proyectos en Togo y Benín. Aplaudo su desprendimiento...
-Hay un matiz: que esto ha sido cosa del matrimonio. Mi mujer ha estado absolutamente de acuerdo. ¡Son gananciales!
- ... Parte de ese dinero ya se está empleando en microcréditos.
-En concreto, 20.000 euros van para microcréditos de cien euros cada uno. Se trabaja con grupos de seis mujeres, y todas ellas se responsabilizan, de modo que si una no paga, las demás tienen que asumir la devolución. Se hace así porque es importante garantizar que los devuelvan y porque, al trabajar en grupo, se sugieren ideas unas a otras.
-Y se destinarán los 80.000 euros restantes a motos-taxi. ¿En qué revierten?
-Es en realidad como el microcrédito, pero lo que les das es una moto. Lo bueno es que les proporcionas una forma de trabajo inmediatamente. Y hay que procurar que vayan devolviendo el dinero para que luego se puedan beneficiar otros. Si esto empieza a funcionar bien, cada semana podremos dar dos motos-taxi nuevas, de modo que al cabo de año y medio haya las 159 primeras más otras tantas que se vayan incorporando.
-Impulsar esa labor sobre el terreno debe de ser una experiencia enriquecedora.
-Por supuesto. Son gente encantadora, pero en África tienes que tener cuidado, porque te equivocas con una facilidad que te deja sorprendido. A lo mejor ves la posibilidad de llevar el agua a veinte mil personas y resulta que te enfrentas con quienes viven del agua, con los que la controlan, y se monta una guerra. ¡Por querer beneficiar, puedes dejar algo peor! Por eso allí donde avanzan las cosas es al lado de instituciones religiosas. Los misioneros se establecen en el lugar, mientras que las ONG envían a gente un par de meses. ¡Y habría que vigilarlas más, porque se les da mucho dinero!
-Vayamos al caudal de conocimientos por el que ha sido usted distinguido. Trabaja en la seguridad de las obras de ingeniería. ¿Para cuándo el riesgo cero de derrumbes?
-Hay una gran ignorancia sobre estos temas. No se puede conseguir que una obra sea absolutamente segura. Yo puedo lograr que la probabilidad de siniestro en vez de ser de una vez cada diez mil sea cada un millón, pero llega un momento en que un incremento de la seguridad no justifica el coste.
-También ha escarbado en los despropósitos recaudatorios de Hacienda.
-Me planteé hace años lo de la declaración conjunta o separada porque me fastidiaba tener que hacer dos para ver cómo pagaba menos. Y busqué simplificar la cuestión con sentido común. Hay una serie de ecuaciones e inecuaciones que permiten llegar a una fórmula muy sencilla, que tengo publicada con otros compañeros: consiste en sumar lo de los dos, dividirlo entre dos, cada uno paga la mitad y ya está. Así no hay que hacerla dos veces, porque sabes que va a salir lo mismo. También denuncié un caso escandaloso de dos hermanos que heredaron un piso de los padres; uno era un vago y el otro, muy trabajador, había ganado ese año ocho millones de pesetas. Cuando vendieron esa vivienda, a la hora de tributar, el penalizado fue el que trabajaba. Y eso, aplicando la legislación española.
-¿Es que el legislador no se apoya en la ciencia?
-Desgraciadamente no. Los políticos toman decisiones que van contra el sentido común. Ante la crisis, en matemáticas hay modelos que permiten elegir de entre varias decisiones económicas cuál es la más rentable para el país. Pero optan por sus intuiciones malas. No se trata de decir «a ver cuánto reservamos para los parados», sino «a ver cuánto aportamos a las empresas para que empleen a gente, yo no tenga que pagar parados y además se genere actividad económica».
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