COSAS DEL DIAL
EL INFIERNO SEGÚN CARRILLO
JOSÉ SOTELO
C arrillo , esa antigualla apestosa, manda al infierno a Luis del Olmo en los micrófonos de Punto Radio. En otras antenas circulan rumores sobre el salto a la política de un exbanquero delincuente. Abolido el limbo por el Vaticano y descafeinado el ... purgatorio, se pone de moda el infierno. El paraíso es bueno por el clima pero el infierno es mejor por la compañía, apunta el dicho popular. Lo malo es que si en el negro averno te toca de compañero de cuarto el monstruo de Paracuellos, aquello se te hace eterno. El infierno, recordemos con Chateaubriand , es la eterna recreación de un hecho, privado de toda posibilidad de convertirse en pasado.
En esta España descascarillada y triste han vuelto a emerger atrabiliarios personajillos que creíamos sepultados. La democracia, tan aburrida como un documental con Saramago , es la desesperación de no tener héroes, dejó escrito Carlyle . Y así también ha retornado Cascos , ignorante de que, en el erotismo y en la política, la intensidad siempre es fugaz porque nadie puede seducir a alguien durante más de diez años.
Esperanza Aguirre , que empuja su coherencia más allá de la prudencia, anunció ante los micrófonos de Félix Madero que no colaborará en la campaña Asturias porque «Cascos es el mejor candidato». Tormentilla en Génova, que ha puesto de número uno en las listas a una arisca pastorcilla. «Que nos fusilen», pudo exclamar la presidenta de Madrid a coro con Santiago Segura . O más suavemente pudo haber mascullado un «me cago en la leche» como le espetó Álex de la Iglesia a esa ministra de Cultura que tiene apellido de ley. «Está abducido por el twitter», le reprochan al presidente de la Academia del Cine sus excompañeros de la ceja. Las nuevas tecnologías han sustituido a la conjuración judeomasónica como chivo expiatorio. «El terrorismo internacional no existiría sin internet», desliza Rubalcaba y envía a su fiel escudero Jáuregui a darle pasto a los periodistas con historietas sobre la pronta defenestración del líder. «Demasiado tarde como para esquivar el impacto brutal del acuerdo sobre jubilación», apunta un certero Ignacio Camacho . El infierno tan temido, no lo duden, no es donde Carrillo ha mandado a Luis del Olmo, sino donde el Gobierno de Zapatero ha enviado a millones de trabajadores cuando les llegue la hora de cobrar la pensión.
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