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El Beti-Jai regresa del olvido

La Comunidad protege el mítico frontón de Marqués de Riscal para frenar su deterioro e iniciar su recuperación

ABC

MIGUEL OLIVER

Ha sido utilizado como comisaría y cárcel durante la Guerra Civil. También se ha empleado como taller para fabricar y reparar vehículos. Ha sido utilizado como zona de ensayo de bandas musicales, sobre todo, vinculadas a Falange Española... Pero por encima de todo el Beti-Jai ha sido un frontón. El más importante y emblemático de la capital, desde que se construyó a finales del siglo XIX. El tirón por el deporte de la pelota llevó al empresario José Arana a encargar su construcción al arquitecto Joaquín Rucoba. Costó 500.000 pesetas y pudo inaugurarse en 1894. Su época dorada duró apenas veinte años. Entonces se lo conocía como la «capilla Sixtina» de la pelota. Pero desde mediados del siglo pasado el recinto comenzó a caer en el olvido. Su estado actual es de completo abandono. Por eso, la Comunidad de Madrid ha salido en su ayuda para protegerlo y declararlo Bien de Interés Cultural.

Este paso, según apuntó ayer el vicepresidente regional, Ignacio González, tiene como objetivo garantizar la protección legal del inmueble para que pueda frenarse su deterioro. Al ser declarado BIC, los proyectos de recuperación del Beti-Jai («siempre fiesta» en euskera) tendrán que ser autorizados por la Dirección General de Patrimonio Histórico.

El edificio se encuentra en el número 7 de la calle Marqués de Riscal. Se levanta sobre una parcela de 3.600 metros cuadrados y tiene una superficie edificable de 10.800 metros. La cancha mide 67 metros de largo, 20 de ancho y 11 de alto; además, cuenta con una gradería de cuatro plantas de altura con capacidad para 4.000 personas. Hacía tiempo que el Colegio de Arquitectos de Madrid había dado la luz de alarma sobre el preocupante deterioro del frontón. Por donde antes competían los mejores «pelotaris» de la época, ahora sólo hay escombros, basura y desechos.

Aunque su fin original era el deportivo, el Ejecutivo autonómico estaría dispuesto a que el Beti-Jai pudiera albergar otros usos, siempre que respeten los valores fundamentales que definen el inmueble y su incorporación sea compatible con la normativa de protección de los bienes de interés cultural. El edificio constituye un notable ejemplo de la dualidad arquitectónica característica del último tercio del siglo XIX, donde formas historicistas, eclécticas y neomudéjares, encierran audaces estructuras de hierro, dando lugar a un rico planteamiento espacial con un cuerpo destinado a graderío, ligero y elegante, donde destacan sus fachadas curvas y el amplio vuelo de su cubierta.

Reinado de Isabel II

El proceso de reforma y desarrollo urbanístico que se inició a lo largo del reinado de Isabel II y que culminó con la Restauración, propició la construcción en Madrid de numerosos edificios públicos y privados, constituyendo una de las etapas más fértiles desde el punto de vista constructivo y es en el barrio de Almagro, donde se construye uno de los más interesantes edificios deportivos de la época.

En 1891 la Sociedad Arana, Unibaso y Cia, encargó al arquitecto Joaquín de Rucoba y Octavio de Toledo (1844-1919) la construcción de un frontón para el juego de pelota vasca, el Beti-Jai, en el solar de la avenida de la Virgen de las Azucenas, debido a la popularidad que alcanzó este deporte a finales del siglo XIX y al que la pujante sociedad madrileña de la época era muy aficionada.

El proyecto del frontón es de 1893, y el edificio se inauguró el 29 de abril de 1894. En los primeros años del siglo XX, con la moda de los frontones cubiertos, la prohibición posterior de las apuestas y la proliferación de nuevos espectáculos deportivos, supuso que el juego de la pelota no pudiera mantener el mismo estatus que había tenido sobre todo en los últimos años del siglo XIX, y poco a poco los frontones fueron quedándose sin contenido deportivo y se fueron adaptando a otro tipo de espectáculos o actividades.

Por todo ello el uso como frontón del Beti-Jai solamente duró de una manera regular hasta el año 1918. Usos diversos se fueron sucediendo en el frontón a lo largo de los años siguientes. El último conocido fue como garaje y taller de automóviles. Desde 1989 el inmueble permanece sin uso. Ahora ha empezado la cuenta atrás para su recuperación. El Gobierno regional velará para que el frontón no pierda su esencia.

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