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El angustioso dilema del capitán Kelly

El marido astronauta de Gabrielle Giffords, la congresista tiroteada en Arizona, decidirá en dos semanas si asume o no una misión espacial que le alejaría del cuidado de su esposa

El angustioso dilema del capitán Kelly AP

anna grau

Los astronautas norteamericanos no son simples profesionales civiles. Mark Kelly es capitán de la Marina, y ese es el uniforme que vistió con orgullo el día que se casó con la congresista Gabrielle Giffords . Ambos plantearon su matrimonio sobre la base de un alto sentido del deber que les obligaba a vivir separados (él en Houston, cerca de la NASA, y ella triangulando con Washington, donde está el Capitolio, y Arizona, donde están sus votantes), pero la tragedia les ha obligado a pasar más tiempo juntos que nunca. Kelly no se despega de su esposa desde que Jared Lee Loughner la tiroteó. En abril tenía que ser el comandante de una nueva misión del transbordador espacial Endeavour . ¿Dejará a Gabrielle para cumplir su compromiso, o pedirá que le liberen esta vez? Tiene dos semanas para tomar la decisión.

En los primeros tres días tras el tiroteo, Kelly durmió exactamente ocho horas. Cuando comprendió que la tensión iba para largo, que lo que tenía por delante era una carrera de fondo, se ajustó a ella con el temple y la disciplina propios de su oficio. Lo arregló para mudarse de la casa en que vive con sus dos hijas, habidas de un matrimonio previo, a una casa cercana al hospital donde Gabrielle se debatía entre la vida y la muerte o la incapacidad. “Primero dijeron que al día siguiente estaría peor, y no estuvo peor, luego dijeron que empeoraría a la semana, y no ha parado de mejorar cada día”, reivindica Kelly. Y añade conmovedoramente: “Estoy seguro de que se repondrá al cien por cien, porque es una gran luchadora, y hará lo que haga falta para conseguirlo”.

¿Se engaña a sí mismo? ¿Se obliga a creer? ¿Se limita a no plantearse la derrota, como seguramente le enseñaron en el ejército, y no digamos cuando empezó a salir al espacio? Kelly es elíptico cuando se le piden detalles sobre el estado específico de su mujer, sobre si es capaz de hablar o no. No debe serlo cuando nadie lanza la jubilosa noticia, cuando todos los anuncios optimistas se detienen justo al borde de la comprensión: “ella es consciente de lo que le pasa, entiende todo lo que le dicen”. También se sabe que, entre las arduas tareas de rehabilitación que la aguardan, figura la terapia del lenguaje.

Comandante suplente

Giffords fue trasladada el viernes pasado desde el University Medical Center de Tucson al Memorial Hermann Hospital de Houston, donde se esperaba que empezara la rehabilitación inmediatamente. Una acumulación de líquido espinal en su cerebro a ha obligado a los médicos a ser prudentes y a esperar. El lunes pasado, el capitán Kelly visitó el Johnson Space Center de la NASA por primera vez desde que su mujer resultó herida. Allí recibió el caluroso apoyo de sus colegas y superiores, que aguardan su decisión sobre la misión del Endeavour en abril. El capitán ha dicho que “espera” poder ponerse al frente de la misma, como estaba previsto, pero que aún no está en condiciones de garantizarlo al cien por cien. Por si acaso la NASA ha designado a un comandante suplente, Rick Sturckow.

Seguramente el astronauta es consciente de que cualquier decisión que tome se interpretará como un mensaje sobre las perspectivas de Giffords. Si no sube al Endeavour se pensará que teme una crisis, aunque podría tratarse simplemente de que considera imprescindible su presencia junto a Gabrielle, interactuando con ella, dándole ánimos. Si sube al transbordador puede significar que habrá que esperar mucho tiempo a ver progresos.

Kelly sí ha declinado la invitación de la Casa Blanca a oír el discurso del presidente Obama sobre el estado de la Unión desde la tribuna de invitados, donde si se encontrarán otros familiares de víctimas de la tragedia de Tucson. El astronauta ha eludido entrar en debates políticos y hasta ha tendido una mano a los desdichados padres de Jared Lee Loughner, expresando su convencimiento de que ellos no son responsables y sugiriendo incluso que está dispuesto a conocerlos. Como militar y como persona su misión más importante ahora es lograr la normalidad, para su familia y para su país. Cueste lo que cueste.

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