Ofrecer la otra mejilla

¿Cuál es la actitud que deberían mantener los cristianos cuando se les ataca salvajemente por grupos islámicos como ha ocurrido estos días en Iraq o Egipto causando decenas de muertos y heridos? ¿Ofrecer la otra mejilla, como predicó Jesucristo? Eso está bien en un escenario individual, pero cuando lo que de verdad se plantea es la erradicación de unas creencias, en este caso basadas en el amor y la paz, si quienes tienen la obligación de amparar la tranquilidad social no lo hacen, las víctimas tienen no sólo el derecho sino la obligación de defenderse. El escritor y miembro de la Academia Goncourt, Tahar ben Jelloun escribía el viernes un artículo en La Vanguardia donde afirmaba que a quienes les toca proteger a los ciudadanos de confesiones no musulmanas es a los gobiernos de Bagdad y El Cairo.

Ante las recientes salvajadas tiene que caer todo el peso de la ley sobre los agresores, pues de no aplicarse se abrirían las puertas a una confrontación civil de incalculables consecuencias. Es cierto que hoy las guerras convencionales que hemos conocido hasta el fin del siglo pasado ya no tienen recorrido. La guerra de Irak es la demostración más palpable del estrepitoso fracaso de ese tipo de hazañas bélicas. Pero hay otras formas de lucha mucho más sutiles: las acciones terroristas, la ocupación por el terror de las mentes y las conciencias, la propaganda mentirosa amparada en una falsa libertad de expresión, los mensajes esparcidos a través de la globalización informativa de internet y cuantos otros medios ofrece la tecnología moderna para, sin salir de una habitación, movilizar a miles y miles de ciudadanos ávidos de firmeza conceptual y de seguridad material. El Islam reconoce como profetas a Abraham, Moisés o Jesús. Pero no es ese el mensaje que escuchan la inmensa mayoría de los seguidores de Mahoma.