«Pingüinos va de compartir»
Un año más la concentración motera desafía a los elementos y llena Valladolid de caballos de potencia
«Es imposible calcular cuantos participantes llevamos hasta ahora. Rondamos los 20.000, pero sigue viniendo gente», apuntaban ayer algo desbordados pero muy satisfechos desde el Club Turismoto. Se referían a los «pingüinos» que, fieles a su original denominación, un año más —y ya van treinta— desafían al frío, la lluvia y el viento para acudir desde todos los rincones del globo a la principal cita motera invernal del viejo continente. Hasta última hora de ayer —aún falta el broche final de hoy— algunos de los que más combustible han gastado para llegar hasta Valladolid son un grupo proveniente de Eslovenia. Más de 2.000 kilómetros que han devorado en unos tres días.
Pero no quedan aquí los records personales e intentos dignos de mención. Una pareja de amigos franceses han acudido en unas antiguas motovelós, más parecidas a bicicletas que a las miles de motos que acampan en Puente Duero. Otro grupo de Benidorm llegó en vespino y con regalo incluido. Una botella de agua del mediterráneo que vaciar en el río Duero. «Han tardado tres días, pero aquí les tenemos, a ellos y la botella de agua de mar», aplauden desde la organización.
Las actividades se suceden. Un «speaker» anima al público con juegos y gimkanas. En otra carpa se «canta» bingo, mientras en la megafonía Sabina suma su voz cascada al olor a gasolina que impregna el ambiente motero. Turismoto se encarga de que todo transcurra como es debido, y no es difícil ver cada pocos metros a un voluntario ofreciendo indicaciones, o una de las pequeñas vespino rojas que los organizadores usan para desplazarse por el recinto. Los «pingüinos» miran al cielo. No les importa el frío, pero las lluvias pueden suponer un problema. En el camino de acceso se han empezado a formar algunos charcos y el barro dificulta la conducción... Pero la cola de entrada a las inscripciones no disminuye.
Enormes triciclos hechos a medida, sidecars, motos de paseo, de carreras, de cross, para el campo, ciclomotores urbanos, customizadas, luces de neón, cascos serigrafiados, chupas de cuero. Esto es Pingüinos 2011.
Pero si hay una característica que define la concentración motera es el compañerismo. En la zona de acampada ya están levantadas la mayoría de tiendas alrededor de las hogueras. En torno a ellas se inician conversaciones. Sergio, Cristina, Roberto y los dos «ricardos» son veteranos de la concentración, con al menos seis ediciones cada uno. Vienen de Madrid, Toledo, Segovia... Se conocieron algunos el año pasado, otros en la noche del viernes. «Los contactos se conservan, las amistades se mantienen. Pingüinos va de compartir y conocer gente con el mismo amor por las motos que tú. Por eso repetimos». En la tienda un nuevo amigo duerme. «Jaques, es francés, le conocimos anoche cuando encendimos la hoguera y ya es uno más».
Babel versión motoristas
En el Pinar de Puente Duero el idioma de los motores es universal, pero cuando llega el turno de los pilotos que las conducen, se convierte en un pequeño Babel. Marco, también galo, intenta entenderse con unos vecinos de tienda de Portugal. «Hemos recorrido unos mil kilómetros para llegar». Los lusos indican mediante gestos que ellos algunos menos, unos 700. Para el motorista francés es su primera edición, aunque como comenta poco después, hablando ya en inglés, «es muy posible que repita, ¡La organización es genial!».
Desfile de Banderas
El programa de «Pingüinos» concentró en el día de ayer dos de las actividades más conocidas de la concentración, El desfile de Banderas y la Procesión de las antorchas. ABC acompañó al Motoclub «La Buena Moza» de Valladolid en su recorrido por el desfile.
Los motoristas quedaron por la mañana una hora antes de la cita. Enrique, el secretario del club, reparte las acreditaciones y los forfaits y da las últimas indicaciones. «No vamos a ir hasta Puente Duero. El año pasado nos unimos desde el principio y tuvimos que esperar casi una hora a poder movernos de la cantidad de participantes que había», explica. «Así que ahora nos incorporamos a medio camino. A la vuelta cada uno que aparque dónde pueda y nos vemos bajo la estatua de Colón», concluye.
Desde la salida de Valladolid todo el grupo se mueve como un solo conductor. Avanzan a la vez, adelantan a la vez. Nadie se sale de la línea.
«Hemos contado con varios miles de participantes», comentan desde Turismoto. «Los primeros pingüinos llegaron a Valladolid en torno a las doce y veinte. Mientras tanto aquí aún había motoristas esperando poder salir a la una menos diez, con un movimiento constante».
La comitiva entró en la ciudad del Pisuerga con una atronadora sinfonía de motores, caballos y válvulas, haciendo sonar los cláxones y saludando a los miles de vallisoletanos que salieron a la calle a recibir y fotografiar a estas aves tan especiales que llegan cada año con el frío.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete