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Muere Bobby Farrell, alma de Boney M.

El inverosímil bailarín y voz no siempre cantante del grupo falleció a los 61 años en un hotel de San Petersburgo

AFP

MANUEL DE LA FUENTE

Que el hombre cantara mucho, poco o nada, no es cosa que verdaderamente importe. Al fin y al cabo, su descubridor fue el productor Frank Farian, el mismo que consiguió que Milli Vanilli dieran el pego hasta el punto de conseguir un grammy. Tal vez (su club de fans así lo comenta en su web) Boby Farrell no grabara los discos de Boney M. con su voz, y también tal vez fuera la del propio Farian la que se incorporó a varios de los grandes clásicos del grupo germano-holandés: «Ma Baker», «Rasputin», «Rivers of Babylon», «Daddy cool». Pero nadie le puede negar a Farrell que quien a menudo daba la cara en el grupo, quien era el cuerpo (sobre todo el cuerpo) y el alma de los Boney M. era él.

Probablemente, con permiso de Elvis y Michael Jackson, Bobby fue uno de los mejores, más personales, intransferibles y carismáticos bailarines de la historia de la música pop. Quizá el don de la danza creció en él en la tierra caribeña donde nació, Aruba, las Antillas Holandesas, el 6 de octubre de 1949. O quizá fue a solas escuchando en su casa hora tras hora la música soul que le hacía hervir la sangre y las caderas. O quién sabe, tal vez la magia bailona la aprendió en las interminables noches en las discotecas holandesas donde se ganaba la vida como pinchadiscos. Farrell ha muerto en la madrugada del jueves en San Petersburgo, donde había actuado por la noche, bajo el nombre de Boney M. Feat, como venía haciendo desde que el grupo original se disolviera en 1989. El artista murió repentinamente, según comunicó su agente.

Quedan sus piruetas y contorsiones inverosímiles, su explosivo sentido del ritmo, su presencia impactante en los vídeos y en los escenarios. Y queda también su trabajo, cantara más o cantara menos, con Boney M., uno de esos grupos que tal vez no habrán cambiado la historia de la música popular pero al que nadie le hace ascos en algún momento de su vida. Su música es de la que entra a la primera, y baja de los oídos a las piernas en un suspiro. Fueron unas de las más atrevidas, rompedoras y divertidas imágenes de los 70, fueron gran parte del espíritu de la fiebre del sábado noche.

A veces, la pista de una discoteca también es el camino para encontrarse con un buen puñado de emociones. Boney M. fueron dueños de esas pistas varios años y en varias ocasiones. El tal Bobby, un bailongo de primera, ya ha cruzado los ríos de Babilonia.

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