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La historia de Roca según Roca

El presunto cerebro de «Malaya» acusa a la Policía de darle una imagen de «excéntrico», y defiende su patrimonio

ESPERANZA CODINA

Juan Antonio Roca tiró ayer de currículum para intentar demostrar al tribunal que lo juzga por el «caso Malaya» que no todo su patrimonio es ilícito. También suavizó el tono de voz, muy agresivo con las acusaciones, y aprovechó el turno de preguntas de su abogada, Rocío Amigo, para alejarse de la imagen de «excéntrico» que, en su opinión, ha proyectado la Policía desde que fue detenido en marzo de 2006. El presunto cerebro de la trama de corrupción creada alrededor del Ayuntamiento de Marbella se presentó como un hombre hecho a sí mismo que fue capaz de amasar una fortuna de seis millones de euros antes de llegar al Consistorio marbellí, en 1992, de la mano de Jesús Gil.

Nacido en Cartagena en 1953, entró de empleado en unos astilleros con sólo 13 años. Compaginó el trabajo con los estudios de Bachiller e Ingeniería, y con 24 años se colocó en una empresa de construcción de la que llegó a ser gerente. A los 28 años se estableció por su cuenta en el mundo inmobiliario y levantó su primera promoción en Murcia a principios de la década de los 80. Llegaron los primeros beneficios y la propia marea del mercado lo llevó hasta Marbella, donde comenzó a invertir. A Gil lo conoció en 1989 después de comprarle dos viviendas y se asociaron para desarrollar una promoción inmobiliaria. «Me invitó a participar en política, pero le dije que no, y en 1992 me ofreció dirigir Planeamiento», relató Roca. Lo que ocurrió a partir de ese momento es más o menos conocido.

El ex asesor de Urbanismo de Marbella ofreció todas estas explicaciones después de que su defensa le preguntara por qué la Policía escribió en sus informes del caso que llegó a Marbella prácticamente «con lo puesto». «Pues mi patrimonio podía ser en esos momentos de unos 1.000 millones de pesetas (seis millones de euros)», dijo. Luego tachó de «puesta en escena» las imágenes «que dieron la vuelta al mundo» del Miró colgado en el baño de una de sus casas y de las piezas de animales disecados. «Me presentaron como un excéntrico y una persona sin escrúpulos que mata animales, y casi tiran por tierra una afición y un deporte tan noble como la caza», añadió.

Al famoso cuadro le dedicó más palabras. «Nadie a estas alturas del partido puede sostener que tenía un Miró en el baño», apuntó, y recordó que la Consejería andaluza de Cultura, encargada de la custodia de las obras de arte decomisadas, «no lo ha tasado porque duda de su autenticidad». «La Agencia Tributaria tampoco lo ha aceptado y Sotheby's no lo ha querido subastar», remachó.

Una vez en el Ayuntamiento, estuvo al frente de la sociedad Planeamiento hasta su disolución en 2003, año que coincide con la moción de censura contra Julián Muñoz y con la decisión definitiva de la Junta de que Marbella no debía revisar su PGOU, sino confeccionar uno nuevo. Pasó a ser un técnico de Gerencia de Obras y asesor en temas urbanísticos de la entonces alcaldesa, Marisol Yagüe. Según su versión, su papel se limitaba eso, aunque Yagüe era «amiga» y si lo llamaba para consultarle algo, «la ayudaba».

Tras Roca, declararon el empresario José Ávila Rojas y el ex alcalde Julián Muñoz. El ex regidor se sacudió toda la responsabilidad en materia urbanística y apuntó que se limitaba a firmar lo que ordenaba Jesús Gil. Dijo al tribunal que su rúbrica está estampada en más del 90 por ciento de los 600 convenios que confeccionó Marbella durante su etapa gilista. Firmó, incluso, «sobre el capó de los coches». Pero las decisiones las tomaba Gil.

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