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Una niña de dos años muere atropellada por un autobús municipal

Testigos del atropello dicen que la niña se soltó de su madre en un paso de peatones ante un bus de la EMT

EFE

m. i. serrano

Primero, un fuerte golpe, seco. Al instante, gritos desgarradores. Giselle, una boliviana de 28 años, no podía asimilar la dura estampa que tenía ante sus ojos: su hija, E. S. C., de dos años y medio, quedaba inerte en mitad de la calzada. Acababa de ser atropellada por un autobús de la línea 65 de la EMT que circulaba a la altura del número 33 de la calle Villamanín, en el barrio de Batán, a pocos metros de un paso de peatones no regulado por semáforo. La cría falleció en el acto. El impacto fue tan brutal que hizo inútil una reanimación. Los servicios sanitarios de Samur-Protección Civil solo pudieron certificar la defunción.

Tras unos segundos interminables de angustia y confusión, Giselle sufrió un ataque de ansiedad. Llanto, desesperación y tragedia. Había perdido a su única hija. La pena y el dolor se contagiaron a vecinos y transeúntes. El conductor del autobús paró el vehículo y se apeó. Cuando se percató de lo sucedido, también fue presa de un ataque de nervios. Tanto él como la madre de la víctima, tuvieron que ser atendidos por los psicólogos del Samur en el lugar del suceso.

Hay dos versiones de lo ocurrido que, desde el mismo momento del fatal accidente, investigan la Policía Municipal y la Judicial.

De un lado la del padre de E. S. C., que no presenció el atropello. Estaba trabajando en una obra y fue avisado de la muerte de su pequeña. Él, Edwin y también boliviano, se centró en contar lo que le había dicho Giselle. Cuando habló con ella, la mujer, como es lógico, seguía bajo los efectos del «shock» ya que, desde la ambulancia del Samur donde estaba siendo atendida, veía el cuerpecito de su niña tapado con una manta térmica metalizada y la zona acordonada por la policía.

Edwin, del que se asegura que estaba separado de Giselle y que no convivía con ella y su hija, contó que la mujer le relató el hecho de que «madre e hija iban de la mano» y que «el autobús no debió respetar el paso de cebra» cuando hacía su entrada en la glorieta que corta la calle Villamanín, muy cerca de la estación del Metro de Batán. «Ella no podía hablar bien. Estaba muy nerviosa», dijo Edwin refiriéndose a la madre de su niña. Por ese motivo, decidió no seguir preguntándola, según han comentado algunos testigos de lo ocurrido.

El hombre permaneció algo más de una hora en el punto donde su pequeña había muerto y realizó algunas declaraciones a los medios de comunicación. Poco después, los servicios de limpieza se afanaban en borrar las terribles huellas que habían quedado sobre el frío suelo tras al el atropello que segó la vida de la niñita.

Entre dos vehículos

La otra versión es la que se escuchaba en los corrillos y entre quienes presenciaron el accidente. Algún testimonio apunta a que la niña pudo burlar el control de su madre porque, se decía, apareció, de imprevisto, en medio de la calzada entre dos vehículos —una furgoneta y un turismo— que estaban estacionados en línea justo donde paró el autobús. La pequeña fue atropellada por la rueda trasera derecha del vehículo. Su cuerpo quedó tendido a unos cuatro o cinco metros del paso de peatones.

«Mire usted, no me gustaría echar leña al fuego pero yo vi otra cosa», señala a ABC una vecina de la zona. Según este testimonio, la madre sí estaba pendiente de su niña, morenita e inquieta, como cualquier crío a esa edad. «Pero creo que en un momento se puso a hablar con otras personas», cuenta.

Toma de declaraciones

Se apuntaba que si la madre llevaba a la pequeña de la mano y las dos esperaban para cruzar por el paso de peatones, no se explica muy bien que la mujer no resultara también herida. Sin embargo, hay quien lo explicaba por el hecho de que la madre, al notar el tirón y el impacto del autobús, vio cómo su pequeña se desenganchaba de sus manos.

Los agentes policiales tomaron ayer declaración tanto a la madre como a testigos presenciales. El conductor del autobús de la línea 65 —que cubre el servicio entre Benavente y Gran Capitán—, también dio su versión. El bus llevaba pasajeros, que dieron su correspondiente versión de los hechos. Ninguno resultó herido pero sí se quedó con la sangre helada tras presenciar el fatal suceso.

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