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DEl agua mansa

UN ARCHIVO RECUPERADO

ANTONIO PIEDRA

La Feria de Guadalajara se ha sido algo más que un escaparte de las letras de Castilla y León con vistas a hispanoamérica. Podrán colgarse de la página preferida o de las tiras de humor todos los triunfalismos inmodestos, las modestias propias del talento, y también, como no, las críticas respetables como si emanaran directamente del Fondo Monetario Internacional. Yo no sé, porque no soy economista, qué saldo de retorno para la Comunidad se han traído en las maletas María José Salgueiro, consejera de Cultura, o Alberto Gutiérrez Alberca, viceconsejo de Cultura. Pero de lo que no cabe duda es que ese escaparate ha multiplicado nuestra individualidad regional y creativa en millones de pensamientos.

Y dicho esto, voy a lo que no han recogido las agencias periodísticas: a la repatriación del archivo del matemático Eugenio Álvarez Díaz. Este intelectual español, que era asturiano de nacimiento, y que se relacionó con aquella pléyade de creadores y científicos de la España más estimulante, emprendió el camino del exilio a principios de 1939 cuando la Guerra Civil entraba en su fase más dramática y definitiva. Su estancia en Francia y en Nueva York fue muy corta, pues a principios de julio del 39 ya se encontraba en México. Aquí, como tantos exiliados, rehizo su vida, fundó escuelas de pedagogía, ejerció la docencia, y puso su grano de arena en el desarrollo de las navieras mexicanas. Y lo más importante. Este fiel discípulo y amigo de Rey Pastor tuvo una debilidad literaria: explicó los principios de la matemática basándose en la mitología.

Desde la Fundación Jorge Guillén se ha reeditado, pensando en la Feria de Guadalajara, su libro más audaz y literario -«Problemas de aritmética y álgebra sobre temas mitológicos»- como homenaje al país que lo acogió tan generosamente, y como recordatorio desde la otra orilla del gran matemático español. Una delicia de libro que no es fácil de leer porque, primero, exige resolver cuentas, algo que ya hacen solas las calculadoras; segundo, requiere plantear conceptos relacionados entre ciencia y cultura, algo muy personal; y tercero, ha de tenerse en cuenta la rareza que refería Alfonso Reyes, el gran mexicano nacido en Monterrey: por ciertos libros corren la filosofía griega y las matemáticas de Uclides como Pedro por su casa. Y este, precisamente, es el caso.

Bueno, pues todo este conjunto de sabiduría estimulante se encuentra en el archivo de Eugenio Álvarez Díaz, que murió en México en 1987. Ahora, en virtud del acuerdo firmado con la Fundación Jorge Guillén hace escasos días, retorna a España. Y aquí lo recibimos como caido directamente de las manos de los dioses y con aquella gratitud que reclamaba Cervantes: «Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo». A Josefina Álvarez, hija del matemático, y que ha sido ademas como el cielo amparador del legado de su padre durante tantos años, se le debe por nuestra parte la obligación del agradecimiento.

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