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LOS PASOS PERDIDOS

El día de la marmota

IVA ANGUERA DE SOJO

UNA CIERTA sensación de «déjà vu». Eso es lo que sintió Joaquim Nadal el pasado lunes cuando José Montilla anunció ante la ejecutiva del PSC —de duelo por la hecatombe sufrida en las urnas el día anterior— que él sería el presidente del Grupo Socialisa en el Parlament por lo menos hasta el próximo congreso del partido, a celebrar en otoño. A las dos y diez de la tarde, tras cuatro horas de debate, el primer secretario soltó la bomba ante la dirección, atónita, del partido. «No recogeré el acta de diputado y Joaquim Nadal será el presidente del grupo».

Esa indescriptible sensación de algo familiar y ya vivido se apoderó de Nadal, que ya vivió esa experiencia en 1995, después de que los «capitanes» que ahora han sellado su fracaso pasaran a cuchillo a la dirección de Raimon Obiols en el histórico congreso de Sitges y la entonces nueva dirección le escogiera como candidato de transición en las elecciones más incómodas. Miquel Iceta —alguien dijo una vez de él que es el perejil de todas las salsas— le acompaña esta vez como portavoz. Han pasado quince años y el PSC, tras tocar el cielo de mandar en todas las administraciones: Generalitat, las cuatro capitales de provincia y la Diputación de Barcelona, se encuentra de nuevo ante el abismo. Un abismo más profundo que nunca, puesto que no sólo ha fracasado la toma del Gobierno catalán, sino que peligra el bastión del Ayuntamiento y la Diputación.

En las próximas semanas veremos cómo se multiplican las voces del «yo ya lo dije» —algunas han empezado a alzarse ya— y se clavan dardos envenenados entre corrientes, sensibilidades y familias. Pero más allá del revolcón inicial los socialistas catalanes saben que urge reinventarse con más intensidad que nunca, porque el correctivo de las urnas ha sido brutal. Y saben que la cosa no se arregla con una simple aplicación de la ley del péndulo para devolver la «sector catalanista» el poder arrebatado hace quince años por los «capitanes» del cinturón rojo. Entre otras cosas, porque a ellos culpa buena parte de la militancia que le ha dado la espalda a José Montilla por asumir como propios discursos habituales del nacionalismo catalán. El cambio tendrá que ser más profundo y la composición del grupo parlamentario, advierten desde ya, no prefigura nada. Pero mientras, Nadal, otra vez, pilotará esa nave.

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