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La parricida envió a sus padres una foto del niño como si estuviese vivo

Usó de mediadora a una prima suya, que no sabía que el crío había sido asesinado

ANA MARTÍNEZ / JOSEP MARÍA AGUILÓ

María y Víctor son los abuelos de César. Residen en Noia, municipio costero de La Coruña. El año pasado, a su domicilio, en el número 14 de la Avenida República Argentina, llegó una fotografía de su nieto. «Era una imagen que, estaba sacada de una manera tan particular que resulta totalmente imposible adjudicar al pequeño una edad», manifiesta a ABC uno de los allegados de la madre del menor, Mónica Juanatey Fernández, que prefiere refugiarse en el anonimato.

«Aparece riéndose, pero así como para atrás, sin que se aprecie bien. Se supone que fue tomada en los diez días que estuvo en la isla, y por tanto tenía solo 9 años», subraya. El envío no fue directo, comenta, sino a través de una prima que desconocía que el menor había sido asesinado en 2008.

El padre de Mónica no levanta cabeza. Parece que haya envejecido veinte años de repente, cuentan quienes lo conocen. Es marinero de profesión y, a la vuelta de esta marea, aquejado por unos problemas de salud, debía someterse a unas pruebas médicas, explican a este periódico. «Pero se encontró con esta noticia y se refugió en la cama, está totalmente decaído», asegura una persona de su círculo más próximo. Su mujer no consigue pegar ojo. Desde que se enteró, apenas duerme. Los dos han hecho ahora frente común con Alberto, ex pareja de su hija que reconoció al crío. Él fue su relación más duradera.

De hecho, convivieron los tres durante una temporada, hasta que la joven decidió dar el salto a Baleares. Alberto no lo entendió, y lo comprendió menos cuando la chica echó por tierra la boda que habían planeado. En su entorno, dada su adicción a Internet, se imaginaron que había conocido a alguien, y que se lo estaba ocultando. «Él se quedó machacado, y César permaneció a su cargo unos meses, hasta que acabó de nuevo con sus abuelos. Como las cosas entre Mónica y Alberto estaban tan tirantes, a veces el niño lo pasaba mal; se quedaba incluso en ocasiones durante horas fuera esperando a que le abriesen la puerta», desveló a este periódico un conocido de la supuesta parricida.

La muchacha gallega tenía fama, incluso entre sus amigos, de ser fantasiosa y de disfrutar con el pitorreo. «Nos decía por ejemplo que no nos iba a contar quien era el padre del niño, que era suyo y ya está; y se reía cuando le hablábamos de los posibles candidatos, respondía con un “ja, ja, ja”». También le adjudican un interés «mínimo» por el trabajo. «Ella contaba que con el paro, y mantenida por sus padres, vivía estupendamente», desvelan. En Facebook tiene en su lista diez contactos, la mayoría masculinos, y algunos son familiares suyos. Según pudo saber ABC, estos días están recibiendo mensajes privados, de tono injurioso, con preguntas del tipo: «¿Qué se siente al ser amigo de una asesina?».

Aislada en la cárcel

Mientras, a la espera de juicio (será con jurado popular), Mónica continúa en la prisión de Palma, donde por ahora permanecerá aislada del resto de reclusas para intentar evitar que pueda tener algún problema con el resto de internas, dadas las especiales características de este crimen. La gran repercusión mediática del asesinato de César ha hecho que, además, no quepa ninguna duda de las causas del ingreso de la nueva reclusa. En los primeros días, y como ocurre cada vez que alguien ingresa en el penal, la mujer contará con una presa de apoyo. Fran Lires, director del colegio gallego en el que estudió César, el Felipe de Castro, indicó que los centros privados no siempre solicitan el expediente para las matriculaciones.

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