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EL CLÁSICO

Calles vacías por el frío y el chasco

La escasa nevada y las ganas de no perderse el clásico disminuyeron el tráfico en Madrid y Barcelona

ABC

JANOT GUIL/M. ISABEL SERRANO

En las inmediatas horas previas al Barça-Madrid, horas de frío en la Ciudad Condal, en Cataluña había tres hombres más felices que nadie: Artur Mas, Joan Laporta y Josep Lluís Carod-Rovira. En el día después de unas elecciones autonómicas que ganó por goleada, el líder de CiU saboreaba su presidencia de la Generalitat «in pectore». Unos comicios que han condenado a Montilla a confirmarse como «el increíble hombre normal» que pregonó ser en campaña: ex presidente del Gobierno catalán, ex secretario general del PSC, ex diputado...

Junto a Mas, lucía sonrisa Laporta, no sólo en los carteles electorales que aún vestían las calles, porque será diputado en el Parlament y porque su particular porra para el clásico era de victoria segura: o ganaba el Barça, o perdía Rosell. Completaba el trío feliz Carod-Rovira, el defenestrado de ERC que ha visto como su sucesor, Joan Puigcercós, ha pasado a la segunda división de la política catalana tras este domingo de urnas.

Pero seamos serios: hablemos de fútbol. Ayer era día del clásico y a media tarde ya se presagiaba el duelo en Barcelona. La gente se apresuraba a despejar las gélidas calles para congregarse ante el televisor. Unos pocos afortunados se citaban en el Camp Nou. A pie de calle, muchos de los comentarios prólogo para el partido eran, cómo no, para Mourinho. «Te haremos callar, Mourinho», advertía un cartel en la puerta de un bar de la calle Lepanto.

Madrid no tuvo, ayer, resaca electoral, aunque eso no quita para que el domingo todos estuvieran pendientes de los comicios catalanes. Era una cita muy importante con las urnas. Pero el fútbol es el fútbol. Y mucho más pendiente estuvo Madrid ayer de lo que iba a suceder en el Camp Nou. Ya desde primeras horas de la mañana, la capital madrileña se fue cubriendo de nieve. Capas finas. Que sí cuaja, que no cuaja. Pero copos al fin y al cabo.

Las horas previas al choque fueron muy clarificadoras del ambientazo que había en Madrid. Se circulaba mejor que un domingo de agosto: ausencia de atascos. El transporte público, tranquilo. «Es que con la nieve, la gente se queda en casa». decían. «Ya, y con el fútbol más». Bares y cafeterías llamaban a la clientela a ver el partido. A las ocho y media de la tarde, Madrid parecía vacía. Y a las once, más aún. Ni un alma se aventuró, dadas las temperaturas. Nada de nada. Y dado el chasco, el 5-0, menos aún. Todo el mundo a dormir y a olvidarse cuanto antes del resultado.

En Barcelona tampoco había muchas ganas de juerga, pese al resultado. La temperatura desalojó a toda prisa el Camp Nou, y en los alrededores no quedaba un alma apenas 15 minutos después del clásico. Sí había ganas de festejos, pero el termómetro no acompañaba...

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