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El enigma del «Spill»

Día 29/11/2010 - 13.36h
«Spill, llum e regla, / hòmens aregla, / dones blasona, / lo llir corona; / spines, carts, crema./ Ço diu lo tema: / SICUT LILIUM INTER SPINAS, SIC AMICA MEA INTER FILLIAS»
Con los versos anteriores se inicia el Prefacio del «Spill», obra del siglo XV valenciano (1460), escrita por el maestro Jaume Roig, médico prestigioso, entre cuyos pacientes consta la reina María, esposa del rey Alfonso el Magnánimo. Los versos con los que inicia el Prefacio representan, por parte de Roig, un intento de atacar a las mujeres, consideradas como «espinas», para exaltar el lirio, la Virgen María. Así lo demuestra la referencia introducida con un Tema, al estilo de los sermones medievales, una citación en latín extraída del bíblico «Cántico de los Cánticos» 2(«como el lirio entre las espinas, así es mi amada entre las doncellas»). Sólo la Virgen María es el puente de unión con Jesucristo, en calidad de intercesora para alcanzar la salvación eterna. El deseo de exaltar a la Virgen es consecuencia de haber «quemado» o destruido con su verso a las demás mujeres.
¿Pero es ésta una fijación de Roig, la de vilipendiar al género femenino? ¿Por qué escribe el médico valenciano un compendio de más de 16.000 versos rimados, cuya conclusión final es el no unirse nunca a las mujeres? Roig anuncia que su «Spill» es sinónimo de norma, regla de conducta; sinónimo, incluso, de vida, para que los que se miran en «el espejo» vean qué camino deben seguir.
El lector que se acerca por primera vez al verso heterogéneo de Roig puede captar al instante que la obra está compuesta, externamente, como un sermón, con un Tema, posterior invocación a Dios, conclusión con un clásico «Amén», como resumen de una obra que se deja encomendada a la corrección de la santa iglesia. El «Spill» se puede entender, en este sentido, como un ejemplo de doctrina, que pretende aconsejar a los jóvenes inexpertos de los peligros del vicio de la lujuria. En este sentido, se alude a la obra como un memorial: «als poch entesos/ perquè s’hi miren,/ vegen hon tiren/ en lo llur viure,/ los vull escriure/ est doctrinal/ memorial:/ haurà nom Spill».
Por otro lado, y a medida que el lector se va mirando, los versos llevan a caer en una inevitable trampa de lectura, ya que el «doctrinal memorial» deja paso a unos versos que afirman con convicción que las mujeres son «demonios, diablos» portadoras del veneno del infierno, introducido en el mundo por Eva.
Después, la sorpresa que provoca en el lector la división de la obra en cuatro partes principales. Y las presenta con la metáfora de la obra como un árbol, del cual cada lector podrá elegir lo que considere más oportuno: las hojas, el fruto, la raíz...: «pren la vianda/ quala més vulles./ Flors, fruyt o fulles/ raels o fust/ segons son gust/ e sa sabor/ cascun lector/ prest trobarà/ lo que volrà».
Tradición moralizante
Además, hay que resaltar el hecho de que Roig declara haber escrito unas noves rimades (género poético que consistía en la acumulación de versos pareados de ocho sílabas) con la originalidad de ser reducidas a la mitad, con versos tetrasílabos, que plantean una doble lectura, entre el aforismo y la ocurrencia. Por un lado, el aforismo, en el sentido de literatura gnómica, de fuerza interior, participa de la tradición moralizante e iconográfica de obras como el «Speculum Humanae Salvationis», obra con la que el «Spill» valenciano presenta no pocas concomitancias. La ocurrencia, por otro lado, sitúa a los versos de Roig en la lectura del «Liber facetiarum» de Poggio Bracciolini, así como otras obras que destacan por la acumulación de ocurrencias, o historias morbosas, sarcásticas, que provocan la risa desmedida.
Las nuevas rimadas en Roig se pueden interpretar a medio camino entre la moralidad y la voluntad de escribir un sermón sobre los peligros de unirse a las mujeres, con la consiguiente condena del alma, así como una acumulación de historias que degradan y distorsionan al género femenino en su conjunto. En este punto, y para explicar el origen de la misoginia medieval, conviene recordar que la Edad Media es una época marcada por el teocentrismo, que explica y resume la actitud del clero, de la medicina y de la literatura. En una sociedad en que todo gira alrededor de Dios, si el hombre se deja seducir por las mujeres, acabará en el infierno y su alma se condenará. Por lo que había que evitar que el hombre idolatrara las mujeres, opción que implicaba no pecar ni dejarse influir por los instintos de la carne, únicamente unidos al matrimonio y siempre con el objetivo de la reproducción.
Con este ideario de vida, tanto los textos sagrados como los manuales de medicina y los textos literarios conformarán un único punto de referencia que deberá seguir el hombre medieval.
Para entender el tratamiento de la mujer desde la devaluación de su misma personalidad, nos debemos remontar al mito del Paraíso terrenal (Gn, 2-3), según el cual la creación de la mujer y la caída de Adán en el pecado implica que la mujer, desde el mismo momento de su creación, es un ser inferior al hombre, ya que estuvo formada a partir de una costilla de Adán. Eva fue creada como un ser secundario, incluso desde la imposición de su nombre, que en las glosas bíblicas se interpreta en el sentido de «dolor, perdición», maldición que sólo se ve superada con el saludo del arcángel Gabriel a Maria, «Ave», que significa vida.
El veneno de Eva sería transmitido a toda su descendencia. Ya los mismo textos de los santos padres, como san Tertuliano, afirman que Eva es la puerta del demonio. Las sumas teológicas, como las de san Buenaventura o Tomás de Aquino, intentan demostrar que el hombre está hecho a imagen de Dios, pero no la mujer, de acuerdo con las epístolas de san Pablo, que afirman que la mujer debe estar sometida al marido, que las mujeres deben permanecer en silencio en las iglesias (I Cor 14, 34) o deben llevar velo (I Cor 11, 5). También en la Biblia, en el Levítico, por ejemplo, se dice que la mujer, durante la menstruación es impura y necesita realizar un ritual si quiere entrar en el templo. En contacto con la mujer menstruada, las cosechas no germinan, el hierro se oxida o los perros contraen la rabia.
San Agustín explica el mito del paraíso terrenal como consecuencia de la concupiscencia femenina, junto a Aristóteles y la idea de que la mujer es un «mas occasionatus» (macho imperfecto).
El antifeminismo de los médicos
Más allá de la influencia eclesiástica, el antifeminismo está también presente en los textos médicos, como el manual «Lilium medicinae», de Gordonio, que incluye la enfermedad de amor como un estado que podía provocar incluso la muerte. Por tanto, se recomendaban dietas y disciplinas para evitar el objeto de deseo, como llevar una plancha de hierro frío en los riñones, considerados como el órgano masculino donde se concentra la voluptuosidad.
Como el amor es un proceso fisiológico que, según los tratados teóricos del momento, es el resultado de la contemplación y excesiva fijación en la belleza de la persona amada, era imprescindible dejar de idealizarla, desmitificarla y verla ridiculizada en muchas ocasiones. Solo así, con una dama que dista mucho de ser la mujer cantada por los trovadores, se justifica la existencia de un ser que ronca, que se orina en la cama, que es como el basilisco, animal que mata con una única mirada, maléfica.
Basta recordar los ejemplos de mujeres perversas que recoge Roig en el «Spill», como es el caso de Jael, que asesinó a Sísara (Jt 4, 22-24); Judit, que mató a Olofernes (Jt 12); la mujer de Tebes que lanzó una piedra de molino que acabó con la vida de Abimelec; Aristóteles, filósofo y sabio, caminó a cuatro grapas; Virgilio fue ridiculizado, colgado de una cesta, para vergüenza de todo el pueblo.
En otras ocasiones, las mujeres son vistas como anunciadoras del Evangelio como resultado de su naturaleza de revelar secretos, como es el caso de la samaritana que Jesús encontró en Sicar o el que Cristo se apareciera, al resucitar, a Maria Magdalena, porque era mujer y lo anunciaría por todas partes; de esta forma se aseguraba la historia de la Redención. ¡Y estos ejemplos los pronuncia Salomón en el Spill, en un sueño profético del más sabio y experto, pero malparado siempre, que tuvo 1.000 mujeres, entre 700 esposas y 300 amantes!
Además de la influencia eclesiástica y médica, el antifeminismo es también un ideal literario. Los relatos más tempranos se remontan a la epopeya Gilgamesh, en la que el héroe masculino se opone al matrimonio en términos que se repetirán en los posteriores tratados antimatrimoniales, el más conocido y difundido de los cuales es el «Aureolus» o «Liber de nuptiis» de Teofrasto, discípulo de Aristóteles, conservado en el «Adversus Jovinianum» de san Jerónimo.
Algunas obras como el «Terç del Chrestià» de Eiximenis, el «Corbacho» del Arciprestre de Talavera, Il Corbaccio de G. Boccaccio o el «Livre des lamentations du Matheolus», de Jean de Lefèvre, presentan numerosísimas coincidencias con el «Spill», como vehículo de expresión de una literatura al servicio de un claro objetivo: asegurar la salvación del alma humana.
Después de todo lo que hemos presentado brevemente, es el momento, quizá, de que el lector moderno pueda acercarse al universo de Roig teniendo en cuenta toda una amplia tradición compartida por la religión, la medicina, los textos sagrados y la literatura. Más allá de encasillar el «Spill» en una única lectura misógina, satírica o, por otro lado, moralizante, hay que considerar la obra como un compendio enciclopédico del saber medieval, en el que se pretende enseñar, entre el aforismo y la ocurrencia, mediante una obra abierta, que se presenta como un «espejo» de conducta, pero también como un espejo distorsionador, con la intención de que sea el lector quien elija de este árbol/libro el significado que crea más adecuado a cada paso.
Con la publicación del «Spill», la Academia Valenciana de la Lengua inicia ahora una Col•lecció de Clàssics Valencians, con el propósito de ofrecer a los valencianos la lectura de un espejo del siglo XV, donde se puedan reflejar las distintas posibilidades de lectura que esconde la obra de Jaume Roig. Y que cada lector recuerde que siempre se puede escoger.
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