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Emblemas de Celan

Análisis

JAIME SILES

La oscuridad es un idioma del que el hermetismo es la lengua, y la dificultad , el habla. Y que, por eso, no se pueden ni deben confundir. En poesía hay diferentes tipos tanto de lo uno como de lo otro. Celan no es un poeta oscuro al modo de los herméticos italianos o como lo fue —por poner un ejemplo clásico— Licofrón en la Antigüedad. La oscuridad y la dificultad son siempre históricas y, por lo tanto, relativas: dependen de muchos factores que las hacen variar. Paul Celan es un poeta difícil por el desestructurador proceso de voluntaria morfologización a que somete las posibilidades de la lengua alemana, cuya capacidad de hacer compuestos utiliza no tanto para crear neologismos como para destruir, desde dentro, las bases mismas de la lengua con la que trabaja y los formantes de su sentido, su pensamiento y su expresividad. Tan esto es así que hasta se ha llegado a sospechar si la escritura de Celan no será , toda ella, un ajuste de cuentas: una venganza contra la retórica del nazismo y una subversión contra el andamiaje lingüístico en que aquella ideología se sustentó. Víctima del Holocausto, en el que perdió a su familia y del que pudo escapar muy dolorosamente y con un sentimiento de culpa del que nunca se logró liberar, Celan —que, en su poema «Todesfuge» llega a afirmar que «la muerte es un maestro de Alemania»— habría dinamitado los resortes mismos de la lengua en la que se habían pensado, decretado y hasta legalizado aquellos crímenes contra la Humanidad. Esta hipótesis —que tantas adhesiones hermenéuticas suscita— no puede, sin embargo, extenderse a toda su actividad . Traductor de poesía escrita en varias lenguas —según Steiner, «toda la poesía de Celan es traducción al alemán»— su escritura sólo tiene dos correlatos: el de Nelly Sachs en lo poético, y el del Ingeborg Bachmann en lo intelectual. Con ambas mantiene una regular e intensa correspondencia, en la que pueden rastrearse los rumbos que su obra va a tomar. Celan es un poeta

del ser en el decir, que opera sobre un tú apelable y cuyo territorio se levanta sobe móviles dunas de palabras errantes. Terrorista de la lengua alemana que hizo estallar en mil pedazos, fue también un poeta sin patria que vivió en lo extranjero de la suya: «el Hölderlin de nuestro tiempo» —como Nelly Sachs lo definió— fue también uno de los grandes poetas religiosos de nuestra época. Y tal vez sea ésta la clave de cifra con que, para entenderlo, habría que empezar a operar.

JAIME SILES ES POETA

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