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Haití, la república de las ONG

Cerca de diez mil agencias se han convertido en un Estado paralelo, con un presupuesto cercano al PIB del país

emilio morenatti

maNUEL M. CASCANTE

Las siempre colapsadas calles de Puerto Príncipe son un ir y venir de vehículos todoterreno con logotipos de toda clase impresos en sus puertas. Desde Médicos Sin Fronteras a la Asociación Cristiana de Motociclistas, desde organizaciones implantadas en todo el mundo a extraños grupos evangélicos estadounidenses, unas diez mil organizaciones no gubernamentales han «ocupado» Haití; antes y después del terremoto, antes y después de la epidemia de cólera.

Agencias que, ante la indolencia y la corrupción del Gobierno local (en este rubro, Transparencia Internacional sitúa a Haití en el puesto 146 de un total de 178 naciones), se han convertido en una suerte de Estado paralelo que, en ocasiones, hace la guerra por su cuenta en contra de la opinión de las autoridades. Y, a veces, contra ellas mismas, en una carrera de vanidades para ver quién es la primera en clavar su bandera en un territorio. El propio ex presidente estadounidense Bill Clinton, enviado especial de la ONU a Haití, advirtió: «Quiero decirles algo a las ONG: Cuéntennos lo que están haciendo, y dónde».

Según el Banco Mundial, sólo en ONG por habitante Haití se sitúa a la cabeza del mundo. Ya en 2006, estos grupos proveían el 80% de los servicios sociales, según la Academia Nacional de Administración Pública. Con un PIB estimado por el FMI de unos 11.500 millones de dólares en 2009 (antes del terremoto) y con el 80% de su población viviendo en la pobreza, Haití es el país más pobre de América. Si se considera la renta per cápita, pocos en el mundo son más miserables.

Círculo vicioso

Pero, en 2011, cuando ya esté formado el nuevo Gobierno que surja de las elecciones del próximo domingo (con segunda vuelta de las presidenciales prevista para el 12 de diciembre), deberían desembolsarse los 10.000 millones de dólares apalabrados por los países donantes tras el seísmo de enero pasado. Un 70% de ese monto iría a manos de las ONG. Aunque, según Oxfam, de los 9.000 millones de dólares prometidos en 1998 para paliar las consecuencias del huracán «Mitch» en Centroamérica, sólo se llegó a aportar un tercio.

La falta de una política a largo plazo en la que invertir la ayuda internacional y la asistencia a corto plazo que brindan las ONG alimenta un círculo vicioso por el cual Haití nunca se desarrolla y siempre depende de la caridad ajena. Laura Zanotti, de la Universidad Virginia Tech, publicó un estudio donde destaca que «el terremoto fue una catástrofe no sólo por la pérdida de vidas humanas, sino también porque destruyó la débil capacidad administrativa del Estado»; mientras que «la fragilidad de las instituciones se vio agravada por las estrategias que promueven las ONG como sustitutos para el Estado».

El jefe de la misión de la ONU en Haití, Edmond Mulet, aseguró a ABC que la comunidad internacional es «corresponsable» de la dependencia haitiana de la ayuda exterior: «Hemos ido construyendo estructuras paralelas que han ayudado a debilitar las del país». Mulet apuntó que «lo que tenemos que hacer ahora es revertir ese proceso y construir las capacidades del Estado haitiano».

Como muestra de la descoordinación con las autoridades locales está el Hospital Universitario del Estado, la mayor entidad hospitalaria pública del país, a la que tras el terremoto se le dotó de nuevos equipos, incluida su primera unidad de cuidados intensivos. Sin embargo, tras la marcha de los doctores extranjeros llegados en avalancha tras el temblor (que se cobró, según datos oficiales, entre 200.000 y 300.000 vidas), la UCI está cerrada y nadie del personal sanitario sabe usar un simple desfibrilador.

Pese a las críticas de los gobiernos, estas agencias son, más que necesarias, imprescindibles hoy en un país como Haití. Los Centros y las Unidades de Tratamiento del Cólera y los Centros de Rehidratación Oral repartidos por el territorio han sido puestos en pie por unas setenta organizaciones (entre las que destacan Cruz Roja, MSF y Médicos del Mundo), bajo la coordinación de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, con importante ayuda financiera y material de la cooperación estadounidense (Usaid) y la labor asistencial de la brigada médica cubana.

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