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Mi vida como un cura

La manida expresión «vives mejor que un cura» no encaja en la historia del padre Carlos, un párroco que trabaja sin horario en un barrio pobre y conflictivo

VÍCTOR LERENA

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

La cabaña con techo de uralita está en mitad del parque, junto a unos columpios y un tramo del anillo ciclista de Madrid. Cualquier paseante no avisado creerá que es una caseta para guardar herramientas de jardinería, pero en realidad es la parroquia Madre del ... Buen Pastor, en cuyo interior, en las misas de los domingos y fiestas de guardar, se meten 150 feligreses como sardinas en lata. A causa de su pequeña capacidad esos días se celebran hasta seis eucaristías. Está situada en San Fermín, al sur de la capital. Un barrio de aluvión donde llegaron hace décadas inmigrantes españoles (sobre todo extremeños y andaluces) que formaron la colonia; después, extranjeros con papeles, y hoy, indocumentados que se hacinan en pisos patera, en especial suramericanos y gitanos que llegan expulsados de otros países. La Caja Mágica y el tramo 1 del Parque Lineal del Manzanares han contribuido a poner a San Fermín en el mapa, pero no lo han rescatado de su depresión. «En los últimos años se ha incrementado el paro, el fracaso escolar y la delincuencia juvenil. La situación es angustiosa», reconoce Carlos Mario Toro, el párroco.

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