Berlanga y su humor negro y con sombra
Este sábado, los lectores de ABC podrán adquirir la película por solo 1 euro
E. R. M.
«EL VERDUGO», EN LOS GRANDES MITOS DEL CINE ESPAÑOL
Cada vez que se confecciona una lista de las mejores películas de la Historia del cine español allí está, siempre en el podium, «El verdugo», una de esas obras que cuanto más se alejan de ... su «tiempo interior» (aquella España de los sesenta), más se funde y confunde con él y más comprensible y descriptiva se hace para cualquier otro tiempo también; como «El Quijote», como el goyesco «Duelo a garrotazos», como el Callejón del Gato... Y probablemente este constante desafío y victoria sobre el gusto cambiante de los tiempos se deba a que es una película terriblemente divertida, o su reverso, divertidamente terrible; es, junto a «Plácido» y «Bienvenido Mr. Marshall», el mejor ejemplo de la ley de oro del cine de Berlanga: te hace reír, pero sin buscar lo que parece el efecto lógico de ello, la felicidad del espectador; es decir, te hace reír pero no te hace feliz.
El argumento es tan conocido como extravagante: un empleado de pompas fúnebres se casa con la hija de un verdugo a punto de jubilarse y acepta sustituirlo en el «cargo» para no perder el piso que le habían asignado al verdugo por su condición de funcionario público... Luis García Berlanga hizo esta película en el año 1963 y se mire por donde se mire es un auténtico misterio cómo semejante torrente crítico, escarnio y rechifla de algunos de los asuntos cruciales y trágicos de la época pudo sortear los ojos y las garras de la censura.
Y aunque parezca que la cresta de la provocación esté en ese alegato jocoso (y muy dramático) contra la pena de muerte, que se cobra aquí mediante el impresionante método del garrote vil, lo cierto es que la película dispara con salva a los más diversos aspectos de las infamias, las dolencias y las bufonadas de la época, y exprime igual aspectos sociológicos como la vivienda, el trabajo, la emigración o el turismo, que otros morales, como el compromiso (a la chica, al oficio...), o sencillamente cómicos, de los que hay tantos y tan buenos ejemplos visuales (cuando se distribuyen el piso en construcción) o textuales («padre, qué numero de camisa tiene (Nino Manfredi)», y José Isbert, el verdugo, le echa una mirada rápida al cuello y dice: «la cuarenta y uno») que convierten sin duda a «El verdugo» en una de las más graciosas de la filmografía de Berlanga, pero también de las más graves, incisivas y corrosivas.
El pulso interpretativo es enorme entre José Isbert y Nino Manfredi, pero, como es habitual en todo el cine de Berlanga, el coro es impresionante, magistral y de una riqueza de color y movimiento que apabulla. La «parienta» Emma Penella, el cuñado sastre José Luis López Vázquez, la cuñada venenosa María Luis Ponte, el sacristán Alfredo Landa, el viandante celoso y fachoso Agustín González, Julia Caba Alba..., en fin, un espectáculo de variedades, chispas, sarcasmos y calidades en un blanco y negro que nunca perderá su color.
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