El «office» de los Alcántara
«Cuéntame se ha convertido en una costumbre, y cuesta mirarla con ánimo crítico. La Transición sienta bien a los protagonistas
ROSA BELMONTE
Los Alcántara comen ahora en la cocina. «En el office», aclara Antonio a Mercedes. Eso sí, comen lentejas en la cocina de un «pisoplón» en el barrio de Salamanca. «Una casa amueblada de alquiler desorbitado», según cuenta Carlitos, el narrador, con la voz de Carlos ... Hipólito. La duodécima temporada se estrenó el jueves en La 1 de TVE. Como la duración española es un signo de identidad de nuestra ficción, doce temporadas no son doce años. «Cuéntame» se estrenó en septiembre de 2001. Era abril de 1968 (ya estamos en el verano del 78). Nada más estrenarse, todos pensamos en «Aquellos maravillosos años».
También en dar un tranquilizante a Ana Duato, que empezó a interpretar a Mercedes tan excitada que parecía que se hubiera escapado de la López Ibor por no haber podido pagar la cuenta. Ahora la producción tiene un aire a «Mis adorables vecinos». Dice Juan Echanove que uno de los éxitos de la serie es «el espíritu ‘Cuéntame’». Es decir, que narra la realidad de una familia media española, que cuenta historias de gente que todos conocemos. Hombre, desde que Antonio Alcántara se compró el «mercedes», lo de familia media dejó de ser cierto. Otra cosa es que no se hayan desclasado, pese a tener «office» y recibir en casa a Adolfo Suárez. Es la abuela Herminia quien lo atiende, recomendando a su yerno como futuro director general de RTVE («porque no se puede usted imaginar la cantidad de horas que ve al día la televisión»). Mezcla de ficción y realidad. Con los años, «Cuéntame como pasó» se ha convertido en una costumbre, como el Telediario. Ya no es una serie cualquiera. Al menos a mí me cuesta mirarla con ánimo crítico. Es como los amigos tuertos, a los que se mira por el lado bueno. Aunque te mueras de la risa cuando ves al coro parroquial en la comunión cantando «La ciudad santa de Jerusalén» con esas tres que parecían el Trío La, la, la, contoneándose mientras entonaban lo de «Jerusalén está fundada como ciudad bien ‘compactá’» (palabra aguda, y que diga algo la nueva Ortografía de la Real Academia Española). Ficción y realidad también se mezclan, aunque de otra manera, en «¿Qué fue de Jorge Sanz?», la serie de David Trueba que Canal + estrenó el viernes. En narrativa televisiva es todo lo contrario al clasicismo de «Cuéntame». Las referencias inmediatas aquí son el «Extras» de Ricky Gervais o el «Curb your enthusiasm» de Larry David (pero no la fantochada de «I’m still here» de Casey Affleck con Joaquin Phoenix). «¿Qué fue de Jorge Sanz?» no es ni ficción ni documental sino todo lo contrario. Es un vehículo para hacer algo distinto y despertarnos del sopor televisivo. Jaime Baily, en una definición del cine español, decía que siempre salía Luis Tosar (lo cual sigue ocurriendo). Hubo un tiempo en que en el cine español siempre salían Jorge Sanz y Gabino Diego. Ahora los dos se recrean en su propia vida. Gabino, en el teatro con «Una noche con Gabino»; Jorge Sanz, en la tele. Hablando del pañuelo de «Amantes» o recibiendo los consejos de Antonio Resines (mientras no juegan al pádel) sobre la necesidad de hacer una serie, que es la manera de estar ahí y ganarse la vida. Aunque no se refiere a una tan singular como ésta.
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