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El cardenal heroico de la Transición

El Palau de la Generalitat acogerá a final de mes el estreno de «Tarancón, el quinto mandamiento»

MARTA MOREIRA

Vicente Enrique y Tarancón no fue un cardenal al uso. Pocas veces en el siglo XX se ha revestido la figura de un eclesiástico de la valentía que caracterizaba a este cardenal, que jugó un papel clave en la Transición española. Sus hazañas —entre las que destaca la introducción en España de los cambios del Concilio Vaticano II, su firme oposición a la prohibición de la Asamblea Cristiana de Vallecas o haber amenazado con excomulgar al gobierno franquista por querer expulsar de España al obispo de Bilbao Antonio Añoveros— quedan recogidas en la miniserie de dos capítulos «Tarancón. El quinto mandamiento», cuyo estreno está previsto para finales de este mes en el Palau de la Generalitat. Pepe Sancho interpreta en la película al religioso castellonense, nacido el 14 de mayo de 1907 en Burriana en el seno de una familia de tradición agraria. Puesto que el periodo temporal que abarca la serie cubre treinta y cinco años de su vida —desde la Guerra Civil hasta 1979—, el actor Roger Coma se pone en la piel del cardenal en sus años de juventud. En el reparto también figuran Roberto Álvarez, en el papel de José María Martín Patino (quien fuera secretario de Tarancón); Antonio Valero, como Torcuato Fernández Miranda, presidente del Gobierno interino en 1973, y Eusebio Poncela, como Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid.

Producida por Nadie es Perfecto para el mercado de la televisión, la película incide no sólo en los hechos históricos de los que fue partícipe el cardenal, sino también en la marcada personalidad del religioso, a quien Vicente Navarro de Luján describe como «un hombre valiente y muy afable en el trato».

Percibió el cambio

El catedrático y colaborador de ABC, que conoció personalmente a Tarancón cuando formaba parte del Grupo de Jóvenes Católicos de Valencia, destaca su capacidad para percibir los cambios sociales, lo que le llevó a apoyar la instauración de la democracia, a pesar de que por ello fue repetidamente amenazado de muerte por parte de los sectores más radicales del franquismo. A pesar de la pátina de izquierdismo revolucionario con que a veces se le ha juzgado, en realidad sólo le movía su propósito de que la Iglesia no se convirtiese en un obastáculo para la Transición y su deseo de reconciliación entre las dos Españas.

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