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Ciudad-protesta en el desierto

Las jaimas levantadas por miles de saharauis contra Rabat recuerdan a las tiendas del Polisario en Tinduf (Argelia)

LUIS DE VEGA

El campamento-protesta levantado hace tres semanas en el Sahara Occidental es ya una ciudad en medio del desierto. No tiene agua corriente ni luz, pero sí su propia autoridad y hasta un servicio de limpieza o reparto de agua y comida, que para entrar debe romper el embargo impuesto desde fuera, según los diferentes testimonios recogidos por ABC a través del teléfono.

Todos lo conocen ya como Gdeim Izik, nombre de la extensión de arena donde se erige. En este mar de miles de jaimas (tiendas de campaña de los nómadas) medio organizadas en calles hay asentadas ya entre 10.000 y 20.000 personas que demandan, en la mayoría de los casos, mejores condiciones de vida al Gobierno de Marruecos, que detenta el poder sobre este territorio desde que fue abandonado por España en 1976.

La estampa recuerda a los primeros campamentos de los refugiados saharauis que huyeron del conflicto o fueron expulsados hacia la cercana región de Tinduf (Argelia).

En Gdeim Ezik se celebró un acto en el que se rezó por Nayen Elgarhi, el niño de 14 años muerto la víspera por disparos de los marroquíes cuando trataba de llegar al campamento. Las autoridades de Rabat lo enterraron en la noche del lunes sin entregárselo a la familia, pero el Gobierno alauí afirmó ayer que la familia sí estuvo en el entierro.

Una de las primeras iniciativas de los habitantes fue la de organizar una especie de Policía. Cuidan de la convivencia interna, siguen a posibles confidentes de Rabat y controlan a las fuerzas marroquíes que rodean el lugar más allá de un perímetro donde es frecuente que haya incidentes entre saharauis y las tropas.

Los hombres dan vueltas organizados por turnos o se sitúan en puntos estratégicos junto a pequeñas tiendas de campaña a modo de garitas. Por la noche llevan linternas, que son las únicas luces de una ciudad alumbrada dentro de las tiendas casi siempre por velas.

En las últimas horas los agentes marroquíes tratan de que no accedan nuevos vecinos con más jaimas en un intento de que la acampada no se extienda más. También, siempre según vecinos de las jaimas, intentan frenar el aprovisionamiento de víveres.

En una caseta con una ventana y una portezuela de madera se ha instalado un pequeño botiquín, atendido por un enfermero que apenas dispone de unas cuantas medicinas. Esto obliga a trasladar a los heridos más graves al hospital de El Aaiún.

La dirección

Esa misma construcción es el punto de reunión de la dirección del campamento, en la que no figuran los activistas saharauis más conocidos en lo que es interpretado como un intento de no significarse demasiado ante las autoridades de Rabat.

Se ha organizado un servicio de limpieza. Hasta un pozo de cemento que es llenado con camiones cisterna se acerca la gente cada día a recoger un agua que sale turbia. Se reparten cinco litros diarios por familia. Los alimentos también han de traerse de fuera.

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