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TRIBUNA ABIERTA

De la opinión pública a la emoción pública

Los medios piden un cambio de gobierno, pero ¿puede una persona sola solucionar el problema de la economía?

ROBERTO GONZÁLEZ

La frase del título no es de un servidor. ¡Ya me gustaría! Hay que apuntársela a Christian Salmon, un escritor en particular cruzada contra una de las herramientas de comunicación política más exitosas de los últimos 20 años: el «storytelling». Contar historias para persuadir a los electores. Pura propaganda para engañar a los ciudadanos dice él. Recuerdo una entrevista de hace dos años cuando promocionaba su ensayo con ese mismo título, «Storytelling», y en una de las respuestas se cuestionaba si la elección de ministros de Sarkozy respondía a algo más que a su impacto mediático, o a la imagen que se pretendía enviar a la audiencia.

Me viene a la mente la entrevista en estos días en los que acabamos de conocer los nuevos ministros nombrados por Rodríguez Zapatero. Los medios de comunicación piden invariablemente un cambio de gobierno cuando las cosas no pintan bien para el ejecutivo, pero ¿puede una persona sola solucionar el problema de la economía? ¿Gestionar con éxito la Sanidad pública de todo un país? ¿Tener soluciones inmediatas para el dramático problema del paro? No hay varitas mágicas, así que tendremos que coincidir con Salmon en que una de las ideas principales es, efectivamente, enviar mensajes. Un mensaje que sea comprendido con facilidad y que resulte coherente con el «storytelling» de este gobierno.

Salmon alerta de que la política se basa más en la percepción de los hechos que en los hechos en sí. Algo que los consultores solemos repetir en nuestras charlas. Pero él ve en esta puesta en escena un componente perverso que resulta muy sesgado, hasta el punto de que califica esta forma de presentar la realidad de las cosas como un arma de distracción masiva. Es verdad que la crisis y los problemas económicos pasan a un segundo plano durante los días en que los nuevos ministros y sus enormes expectativas (el ministro de Trabajo aún no le ha cogido el peso a la cartera y ya anuncia que el año que viene se creará empleo), copan portadas y abren informativos. Pero también es verdad que el efecto novedoso pasa rápido y la opinión pública no va a tardar en pedir resultados.

Ocurre con el «storytelling» como en tantas otras cosas, que son buenas o malas según el uso que se haga de ellas. ¿No eran las parábolas bíblicas acaso un ejercicio de «storytelling»? Hay muchísimas iniciativas de gobierno que se pueden explicar mejor con esta herramienta, y conviene recordar que el «superministro» Rubalcaba se ha marcado como objetivo principal lograr una mejor comunicación con los ciudadanos. Vuelta a la apariencia. El peligro está en el uso exclusivo de las emociones, en el reduccionismo de la información política a un cuento de buenos y malos. Y eso tampoco se lo vamos a negar al señor Salmon. Con la llegada de las elecciones comprobaremos como los argumentos racionales se irán sustituyendo por cuestiones emocionales. Lo hemos dicho en otras ocasiones: Se convence con razones, se persuade con emociones. Y las emociones son más fáciles de conseguir con un buen relato. Ante las inminentes elecciones catalanas, el PSC está presentando a Montilla como el «increíble hombre normal», un superhéroe que impondrá la paz frente al revuelto patio nacionalista y que ha conseguido enormes avances para aquella comunidad autónoma.

Historias simples de héroes y villanos, para hacernos reír o llorar, pero que ya ni siquiera tratan de convencernos con argumentos. Ese es el peligro de que nos cuenten cuentos.

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