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«Dirigir la Tetralogía de Wagner es como correr una gran maratón»

J. J. PONCE

ENTREVISTA

Víctor Pablo Pérez, director de la Orquesta Sinfónica de Galicia

FOTO M. A. RODRÍGUEZ

—¿Wagner es el «tour de force» para un director musical?

—No, Wagner está siendo un elemento de relevancia en la formación de la OSG. Ya hice este Anillo, que ahora concluye en Coruña, en Tenerife. Se trata de un sistema de entrenamiento para la orquesta, que ya ha trabajado mucho a Mozart —un elemento de refinamiento— y Rossini, posiblemente más difícil aún desde el punto de vista técnico por las sorpresas que surgen en sus partituras. Es cierto que Wagner puede parecer una gran selva de notas, con múltiples dificultades, pero era necesario hacer este trabajo previo para poder tocar música durante cinco horas sin que caiga la concentración. Wagner debe llegar a la orquesta después de unos años de existencia, porque cuanto más compleja es una música más hay que intentar descender a lo camerístico. Si se logra se llega a lo más refinado.

—¿Dónde radica la dificultad de la música wagneriana?

—Wagner es un milagro, es como un gran puzzle que cuando se escucha parece un discurso muy natural. Esto requiere que músico y director la asuman hasta hacerla natural. Los juegos dinámicos, en un mismo tema, son importantísimos. En la primera página de mi partitura he escrito: «Hasta la obsesión». (Sonríe) . Cada pasaje debe tener en cuenta la voz, los instrumentos, el momento de la historia y la música debe arropar al cantante, no ocultarle.

—La voz debe ser diferente...

—Ancha, como el sonido de Wagner en sí mismo. Esta voz debe tener, además, profundidad, para pasar la mole inmensa de sonido de la orquesta.

—Voz y música en Wagner...

—En él una cosa sin otra no tiene sentido. He hecho algunas sinfonías de juventud y fragmentos separados de las óperas y no tienen sentido porque pierden su naturaleza primigenia. Voz y música están perfectamente unidas y una sin otra no funcionan.

—¿Hacer el Anillo es pasar una prueba de

consolidación?

—No lo sé, pero es una experiencia. Ya lo he realizado en dos ocasiones, repito, y es gratificante, intenso y formativo. Da la capacidad de ver la música... y la dirección que ésta debe tomar. Enseña desde el detalle hasta cómo crear un discurso que dura cinco horas. Después de dirigir la Tetralogía es fácil dirigir a Bruckner o Mahler. Hacer Wagner es como correr una gran maratón, el resto es como hacer los 100 metros, ya se tiene el fondo necesario.

—¿Hay diferencias entre el Anillo y el resto de la obra wagneriana?

—Todo es Wagner, pero el de la Tetralogía es lo que él soñaba. Es el todo, no un tema concreto. Es algo más global, la historia del mundo, del poder, de la construcción y la destrucción del hombre. Como un arco iris. El resto de su producción tiene bellísimas obras, pero herederas de otro estilo compositivo. A mi entender el Wagner auténtico está en la Tetralogía. Ahí aflora su personalidad real.

—¿Le sobraría algo al Anillo?

—Como toda gran obra tiene la medida perfecta, pero una mala interpretación puede hacerla pesada. No le sobra nada, incluso en Coruña hay público que ha entendido la música sin entrenamiento previo en el autor.

—Musicalmente, tras Wagner...

—Un punto de partida. Hay grandes sinfonistas posteriores —sin duda—, Shostakovich, por ejemplo, pero luego de él no hay un compositor ruso de este nivel. Abrió muchos caminos.

—¿Hay un camino ideal para acercarse a Wagner?

—Hay gente que diría que habría que iniciarse con «El Holandés errante», quizá por proximidad con su anterior estilo, pero en mis dos experiencias con la Tetralogía he comprobado que han sido bien acogidas y entendidas, y eso es interesante. Es más, el hecho de hacerlas en concierto ha podido ayudar a evitar distracciones escénicas que, a veces, —con las traslaciones de tiempo y escena— pueden resultar ridículas.

—Hay dos factores importantes...

—Claro: voces y orquesta. Toda

música clásica, si no está bien servida, es difícil de entender. Pollini se puede poner al piano, pero si a éste le faltan cuerdas es complicado transmitir nada. Una orquesta elaborada, unos buenos cantantes y una conducción adecuada facilitan que el oyente pueda entender la música. Pero esto es algo natural, cuando se oye música mal grabada o desafinada se tiende a cambiarla o a salir del lugar donde se esté. Igual pasa con la música clásica.

—Después de Wagner...

—Hay compositores de gran importancia. Si bien muchos de ellos han seguido su estela. Britten, por ejemplo, es un compositor muy importante, que aborda las historias de manera muy especial. Pero de este calado hay múltiples compositores en la historia. Mozart, por ejemplo. A él no le daba tiempo a escribir la música, ya la tenía en la cabeza y el resultado era perfecto. Wagner era un genio como músico, aunque mejor no hablar de sus cualidades humanas, pero como músico estaba por encima del bien y del mal. Su música es un milagro.

—Y ahora, ¿después del Anillo qué?

—Lo razonable tras esta preparación, sería hacerlo representado, pero eso no será posible de inmediato por motivos económicos —la crisis— y porque el foso necesitaría algún tipo de mejora. Pero 2013 deparará sorpresas.

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