arte
Manuel Borja-Villel: «Podemos ser el museo de referencia en el siglo XXI»
El próximo 31 de octubre, el Museo Reina Sofía cumplirá 20 años. Manuel Borja-Villel, su actual director, revisa el pasado de la institución, pero, sobre todo, mira a su futuro
laura revuelta
Esta debe ser la primera vez (al menos de las que yo he compartido con él conversación) que Manuel Borja-Villel no toma un papel y un bolígrafo y termina pintando gráficos y esquemas para explicarse aún más que sus palabras. Él ... suele hacer una doble argumentación: la hablada y la escrita o garabateada. Confieso que esperaba con una cierta curiosidad psicoanalítica el trozo de papel final. ¿Cómo sería el gráfico que saldría de hablar sobre los veinte años que va a cumplir el museo que ahora dirige? ¿Un laberinto? ¿Una enmarañada madeja? Por el contrario, ¿habría trazado un cierto orden en el caos histórico y de aquello emergería un claro esquema con flechas, notas y epígrafes?
Me quedé con las ganas de psicoanalizar ese trozo de papel, y también con dos coplas , después de esta entrevista: «Veinte años no son nada» y «todavía somos jóvenes» . Porque si de esta entrevista no quedaron dibujos fugaces en un folio, sí que hubo títulos de canciones, en versión bolero o a ritmo más pop, para evocar el pasado y el futuro del Museo Reina Sofía .
La historia no es para menos. Un museo que no tiene fecha fija de alumbramiento, que nace con fórceps y que no pasa ni un minuto en la incubadora para hacerse más fuerte. De golpe y porrazo a sobrevivir en la complicada naturaleza y sociedad española de aquella época. Eso es lo que toca ahora rememorar. «Son veinte años, aunque podrían cumplirse veinticinco el año que viene –señala Manuel Borja-Villel–. Todo depende de cómo calculemos. Lo cual también refleja mucho de la pluralidad de orígenes , de una historia tortuosa. El Reina abre sus puertas en el año 1990, cuando los Reyes inauguran el edificio, pero como tal museo es en 1988, con Tomàs Llorens como primer director; pero antes pasa Carmen Giménez , en 1986, cuando era Centro de Arte. Está anécdota sirve para explicar estos orígenes complejos. Por otro lado, veinte o veinticinco años, como dice la canción, no son nada si miramos a la Tate , al MoMA o al Pompidou ».
El mejor de los planos posibles
Manuel Borja-Villel tiene una ventaja, o tal vez varias, y eso lo sabe como nadie. Él ha visto los toros desde la barrera y, como hombre de suerte que es, por aquello de estar en el momento justo en el lugar adecuado, lo cuenta con absoluta frialdad y distancia , casi de anatomista forense, aunque no hablamos de cadáveres sino de un museo que está vivito y coleando a pesar de los pesares. «Yo llevo solo dos años y tengo poco que ver en todo esto (se refiere a lo bueno y lo malo de la historia). Si repasas un poco la prensa en los primeros tiempos, con Carmen Giménez , Tomàs Llorens y María Corral , era brutal en sus informaciones, y, a pesar de los ataques, de las crisis vividas y de los cambios continuos, cada uno los directores ha completado al anterior . Con lo cual, si alguien hubiera diseñado un plano, no habría salido mejor. Como todo ha sido tan tremendamente enrevesado dentro del museo, nunca se ha respondido a las modas . Y esto es positivo».
¿Positivo? ¿Quién lo diría después de los ríos de tinta y hasta de sangre, cuando no han sido de agua en versión gotera , los que han circulado por los pasillos de este antiguo hospital, que algunos habrían preferido dinamitar antes de que acogiera un museo de arte? «La prensa siempre ha estado muy pendiente de todo lo que pasaba en el Reina –prosigue su director–. Eso quiere decir que ha sido un museo muy querido . Con el resto de las instituciones, como el Prado , el Reina ha vivido una historia de reasentamiento. Con la diferencia de que este espacio, en su propia metodología, no solo es contemporáneo, sino también moderno , y que se va haciendo conforme pasa el tiempo, en contraposición con un museo más clásico, cuya estructura es más inamovible».
Tampoco le falta ironía cuando apunta lo de «museo muy querido». ¿Por quién? Ni por las hadas madrinas. Aquí se han perdido, o han robado, esculturas, solo el diablo lo sabe, como la de Richard Serra , que valía su peso en oro, toneladas. Aquí, solo ha faltado un crimen o descubrir un cadáver emparedado. Algo que fuera lo nunca visto, pero él, alega que tiene una memoria excesivamente sintética y se le olvidan las anécdotas . «También en la Fundación Tàpies o en el Macba hubo sus cosas y se me han olvidado –remata–. Desde la distancia y sin rencor, mi imagen sobre el Reina ha cambiado en el sentido de haber descubierto ese poso del pasado. Quizá conocía lo que había en este museo más por el reflejo que proyectaba que por lo que realmente era. Cada director aportó cosas distintas. En el momento de Carmen Giménez y María Corral , era importante mostrar cosas que se traían de fuera con exposiciones memorables como Cocido y crudo, o la de Bruce Nauman . Con Pepe Guirao se incrementó el presupuesto de 300 millones de pesetas a 1.500, se crea el pacto político en torno al museo…»
Hacia el más allá
Cita a directores a quienes se les machacó, y que ahora se les reinvidica, aunque nunca apunta que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y no nos extraña vistas las sangrías. En el Reina Sofía más que mirar al pasado, conviene andar : «La apuesta de futuro –prosigue– es que, partiendo de la herencia, tenemos que la posibilidad de ser en estos momentos el museo de referencia del siglo XXI. Es aquí donde entraríamos nosotros, que equivale a otra manera de relatar la colección , radicalmente distinta a la historia del nombre propio o las grandes marcas que ahora tanto se estila. Un énfasis hacia la investigación, aquello que no siempre equivale a grandes masas. Lo cual no quiere decir que no haya que llegar al gran público. Los museos son como la literatura . Tú puedes escribir una novela, un ensayo, un libro más o menos complejo. Pero la complejidad es necesaria sobre todo cuando quieres contar la historia no de dos meses, sino de un siglo y de un país tan complejo como este. En tal sentido, el Reina tiene un situación privilegiada porque está por hacer . No tiene la camisa de fuerza de la modernidad o de un arte absolutamente centrado en una visión identitaria. El relato de la modernidad que se cuenta aquí es complejo. Por un lado, muy local pero al mismo tiempo está abierto. También tenemos la suerte de tener una colección que atrae público. Esto nos permite centrarnos en exposiciones que otros tienen más dificultades para hacer. Por ejemplo, la reciente Principio potosí. Una muestra hostil, no agradable que no ha sido recibida con unanimidad. Pero había que hacerla, podrá estar mejor o peor. Hay que tener una cierta madurez, saber arriesgarte, abrir horizontes, favorecer el antagonismo... No sé si otras instituciones podrían permitírselo».
Será porque lleva solo dos años, pero está claro que Borja-Villel hace borrón y cuenta nueva . Al cabo, él es el único director de cuantos ha tenido el Reina Sofía que tiene el futuro asegurado, según contrato. ¡Cómo hemos cambiado! (otra canción al canto). La prensa ya no arremete con insistencia. Si hay goteras no nos enteramos. Si acaso, la crítica especializada pone a caldo las exposiciones, como la citada de Principio potosí, pero, si nos acogemos a sus palabras, tampoco tiene por qué llegar la sangre al río. «Un obra de arte por definición tiene que generar debate». Veinte años de tempestad y llegó la calma.
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