Celia Gámez, en «¡Buenos días, amor!». SIMÓN LÓPEZ Y ABC
Llegó a España en 1925; se supone, porque su verdadera edad fue uno de sus secretos mejor guardados, que tenía dieciséis años. Venía desde su Buenos Aires natal acompañando a su padre para cobrar una prometedora herencia, y en un tren que les llevaba de Barcelona a Madrid la joven entretuvo el tiempo entonando unos tangos. Allí la escuchó la marquesa de la Corona, que estaba organizando un festival benéfico en el teatro Pavón, con Miguel Fleta como cabeza de cartel. La aristócrata invitó a la joven a participar en este festival, y allí nació la carrera en España de una artista que no tardaría en convertirse en una verdadera leyenda: Celia Gámez.
Arrinconada hoy en un «asombroso olvido» —en palabras de Santiago Castelo, subdirector de ABC y uno de los mayores devotos y conocedores de la artista—, Emilio García Carretero, tenor y escritor, ha querido rescatar a la que sin duda fue durante décadas la reina de la revista española. Lo ha hecho con una biografía gráfica de Celia Gámez (Editorial Amberley), presentada en el teatro de la Zarzuela. En el libro se repasa la vida de la artista a través de dos centenares de imágenes —varias de ellas procedentes del archivo de ABC, un periódico donde Celia fue, en palabras de Castelo, «una institución»— desde sus primeros pasos artísticos en España hasta su discreta retirada. Hay en el libro, también, fotografías de gente que ayudó a la artista a cimentar su leyenda.
«El águila de fuego», «Yola», «Las castigadoras», «El baile del Savoy» (estrenada en el Reina Victoria) y, sobre todo, «Las leandras», son algunos de los títulos que hicieron inmortal a Celia Gámez. Esta última revista (que incluye canciones como «Pichi» o «Los nardos», propiedad desde su estreno del acerbo popular) levantó el telón el 12 de noviembre de 1931. «Aquel día —recuerda Castelo— se debatía en las Cortes la “alta traición” del Rey Alfonso XIII». El éxito de aquella revista escrita para Celia Gámez por el maestro Francisco Alonso fue tal que en 1932 se podía ver en Madrid simultáneamente en tres teatros. Años más tarde, Celia la repuso aunque con el título de «Mami, llévame al colegio», un cambio obligado por la censura. «La tarde del día de Nochebuena de 1964, apenas llegado yo a Madrid con 16 años —sigue recordando Castelo—, me gasté ochenta pesetas de la época para ver la obra en el teatro Martín».
El subdirector de ABC visitó a Celia ya anciana —«y con la memoria perdida en lo que los expertos denominan “síndrome de Juana la Loca”»— en Argentina, y reivindica para la vedette un recuerdo en Madrid. «Que cualquier mindundi tenga calle en Madrid y ella no es algo imperdonable», concluye.




















