—Llegó a Sevilla de paso y lleva casi veinte años ¿por qué?
—Me enamoré del paisaje de Sevilla cruzando el puente de Triana… Nunca pensé en años, sino en días, que al final sumaron años.
—En sus trabajos habla de la construcción del paisaje. Creía que ustedes los arquitectos lo destruían...
—Sí, hablo de la construcción social y cultural del paisaje, que también implica destrucción. La cuestión es quién decide qué cambiar y cómo, por eso es necesario poder incidir, individual y colectivamente, en las decisiones importantes.
—Como experta en evaluación de impactos ambientales urbanísticos ¿cuál cree que ha sido el principal que ha sufrido Sevilla en los últimos años?
—A escala metropolitana el crecimiento disperso y la ausencia de un transporte público acorde con las necesidades de la población. La SE-40, en una nueva apuesta por el transporte privado, es una solución apenas transitoria que nos lleva de nuevo al punto de partida. A escala urbana, el mayor impacto deviene del tráfico y también de la aplazada mejora de las barriadas de la ciudad, donde la dureza y la ausencia de verde es común.
—Un candidato a la alcaldía ha prometido cinco mil naranjos ¿tan falta de sombras está Sevilla?
—La intención parece buena, pero el naranjo es un árbol ornamental. Para sombra mejor ir pensando en otras especies... incluso en encinas y alcornoques que aunque de crecimiento más lento, no demandan riego.
—¿Ha aprehendido ya el significado del lema «La ciudad de las personas»?
—¿De cuáles personas? No me basta ser beneficiaria de algunas actuaciones urbanas, necesito que la experiencia de bienestar sea compartida por la mayor parte de la sociedad.
—¿Conoce las opiniones de Muñoz Molina y de Llatzer Moix sobre el desmán arquitectónico vivido en España?
—Poco podría agregar, más que un asentimiento. Ha sido un despropósito urbanístico y arquitectónico difícilmente reversible. Y cabría preguntarse también por el rol que han jugado el periodismo y los medios de comunicación en ese proceso.
—¿Qué le sugiere el desmán arquitectónico mientras se suprimen las ayudas a la vivienda?
—Cuando además cargamos con cientos de miles de viviendas vacías, que quitan vida y espacio a las ciudades. El desmán no es arquitectónico, es social y cultural, los grandes desaciertos construidos son la consecuencia del desatino, no su causa.
—Llatzer Moix decía que los arquitectos se distinguen por sus chaquetas de color butano ¿Qué se pone cuando quiere señalarse?
—Procuro no señalarme, sino apuntar a aquello que me preocupa.
—¿Los arquitectos se defienden entre ustedes?
—A veces me he hecho la misma pregunta… Debe ser para compensar la altísima competitividad que hay dentro del propio gremio y por lo implacable de una profesión en la que los errores serán visibles por décadas.
—¿No encajan las críticas peor que otros gremios?
—No lo creo, pero si me habla del corporativismo, a decir verdad no lo entiendo. Es curioso que lo practiquen los arquitectos menos solidarios. ¿Será otra forma de individualismo?
—¿Qué debe tener un arquitecto para que el poder le mime?
—Talento y profesionalidad en la realización de sus proyectos y obras. Las más de las veces tendrá que garantizar la intervención espectacular, la obra icono… En fin, deberá ser mediático. ¿Le suena?
—¿Y para que le repudie?
—Negarse a hacer lo que cree que no debe hacer.
—¿Es antiguo relacionar los rascacielos con la modernidad?
—Sobre todo si se tiene en cuenta que ya hemos superado la posmodernidad. En todo caso llegan tarde, ya se sabe que a partir de ocho o nueve plantas los edificios son energéticamente ineficientes.
—Se lo decía por la torre Pelli…
—Innecesaria e insípida como la mayoría de las torres. Parece que no basta con que las ganancias rocen lo indecente, además hay que dejar huella.
—¿Cada vez hay menos arquitectos en política porque ganan cada vez más?
—Al revés, como la mayoría de los arquitectos ganamos cada vez menos, no nos queda tiempo para la política.
—¿Algo que añadir sobre la Encarnación?
—Ruinas arqueológicas invadidas por el nuevo edificio, un mercado sin interés espacial, ni funcional y un fuerte impacto visual sobre el paisaje histórico a cambio de un centro comercial. ¿Compensa?
—Usted es fundadora de una asociación profesional de mujeres ¿No irá a decirme que la Arquitectura también es cuestión de género?
—No hace falta, usted ya lo sabe. Basta echar un vistazo a las «fotos» institucionales, académicas, sectoriales... No irá a decirme que es casualidad.