La exposición ofrece una serie de odaliscas inspiradas en la fascinación oriental que el artista sentía por la Alhambra
Precisamente, el testimonio del pintor da fe de ello pues quedó tan fascinado tras su visita a Granada que admitió «la Alhambra es una maravilla, sentí allí una gran emoción». Un total de 35 obras de Matisse y más de un centenar de piezas conforman esta singular exposición que está dividida en cinco secciones: Lección de Oriente; El viaje a España: Matisse y la Alhambra; De Marruecos a Niza; Odaliscas: paisaje interior; y Luz y armonía.
La exposición que ayer inauguró la infanta Elena, ubicada en la Alhambra, está comisariada por María del Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra y Generalife, y por el catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia, Francisco Jarauta. Junto al Patronato, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) en colaboración con Fundación la Caixa han organizado esta muestra abierta hasta el 28 de febrero de 2011. María del Mar Villafranca ha resaltado en la apertura la necesidad que tenía Matisse por conseguir un estado emocional que le permitiera crear. Por su parte, Jarauta explicó que la exposición «tiene la eficacia de dejar en evidencia los convencionalismos de otras muestras que han negado los contextos y que privilegian la autoría y la genialidad del artista». «Aquí ocurre lo contrario. Queda claro que el autor vive de su mundo visual», recalcó añadiendo que aquí «se aportan elementos críticos».
Vinculación con Picasso
No pudo faltar a la inauguración Jorge Helf, llegado expresamente desde Argentina, el sobrino de Paul Rosenberg (marchante de Matisse) quien apuntó «la enorme ligazón» del pintor francés con Picasso a quien «reconoció como a un genio».
Matisse coleccionó mantones de Manila, telas hispano-musulmanas y tapices de la Alpujarra que se observan en la muestra
Apropiación de otras obras
Por otra parte, el comisario Jarauta apuntó que el maestro francés de apropiaba de la esencia de otras obras, «en el sentido de que reproducía en sus pinturas modelos de cerámicas o telas que compraba». También hizo referencia al último cuadro llegado de Moscú que a su juicio «es el más importante por su superposición maravillosa de elementos». Asimismo, resaltó la trascendencia de la sala dedicada a las odaliscas, «donde se concreta la tesis de la exposición» y que cubre un periodo que va desde 1920 a 1927. «La esclava blanca», la «Odalisca con pantalón rojo» o los cuadros «Odalisca sentada» y «Odalisca recostada», procedentes ambos del Metropolitan. se mezclan aquí con celosías del Museo de la Alhambra o yeserías del Palacio del Generalife que arropan este conjunto. Los tejidos fueron otra de las fascinaciones de Matisse que tantos lienzos le inspiraron. «El cuadro más bello del mundo es un tapiz persa», llegó a decir. A la composición y los colores de estas telas nazaríes, marroquíes o de inspiración islámica, se unen algunas de sus litografías que le permitieron «ejercitarse».
















