«Twelve», moderna para los años 70

A Joel Schumacher se le ha pasado el arroz o es que tenía una asignatura pendiente cuando decidió dirigir «Twelve», que se pasó ayer en Sitges. Era una oferta esperada, pero los resultados le han quedan modernos para los años 70. Esperábamos, sin querer acordarnos de sus «Batman», algo más singular que una mera recreación de chico busca a chica o a la inversa, todos guapos-guapas como para meterlos en el jardín de los Finzi-Contini. A Schumacher le ha salido un drama televisivo sobre menores del Upper East Side neoyorquino, que salen a «colocón» por fotograma y diálogos imposibles entre dos chicas rivales despampanantes, saludándose con un «qué bien te ha quedado la nariz», a lo que la otra responde indiferente: «¿verdad?», más propios de Jacqueline Susann. Estética colorista, drogas, alcohol, mucha marca y cochazos. Los actores trabajan estupendamente: Chace Crawford, con flequillo incluido; Rory Culkin, Billy Magnussen, Zoë Kravitz o ly Meade, entre otros, y la ya veterana Ellen Barkin. Cabe recordar que la falta de espacio no pudimos hacer una mención al menos de una sorpresa, la de del alemán residente en Hollywood Daniel Stamm, de quien se proyectó el documental ficcionado «El último exorcismo». Algo nuevo desde que William Friedkin en los 70 nos dejó pelada la novela de William Peter Blatty. Final abierto con pleno conocimiento del director que plantea desde una Luisiana profunda un quitarles las caretas a los predicadores y falsos exorcistas a través de un reverendo (Patrick Fabian), que desea grabar un documental donde descubre su pesadumbre y sus mentiras. Pero las cosas se tuercen con una posesión real.