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«Sms», humo y lágrimas

De una verbena a un velatorio. Los ánimos en el entorno de Trini cayeron en picado en cuanto empezó el recuento

«Sms», humo y lágrimas EFE

CARLOS HIDALGO

De una alegría contenida, pero alegría, se pasó a las más amargas de las lágrimas de todo su equipo en el lugar elegido por la candidatura de Trinidad Jiménez para esperar el resultado final de las primarias socialistas, el Hotel Meliá Princesa. Si a las siete y media de la tarde algo parecido a la euforia comenzó a mascarse en el Salón Madrid, la aparición, sólo cinco minutos después del cierre de las urnas, de David Lucas, portavoz de la campaña, levantó los ánimos a los «trinistas».

Pero, claro, en esto de las elecciones, sean del tipo que sean, el golpe de la caída se multiplica por mil si las expectativas estaban tan altas. Eso es lo que tiene. Y eso lo que ocurrió. Comenzaron a llegar militantes, muchísimos y la mayoría jóvenes, que abarrotaron el vestíbulo del hotel, hasta el punto de que hubo que poner seguridad privada interior para acotar la zona. «¡Que en Alpedrete hemos ganado por seis votos!», decía un chaval, como si eso supusiera un vuelco, mientras llegaban, vía «sms», los primeros recuentos oficiosos y nada halagüeños de Usera y Latina, por ejemplo. «En Arganzuela, hemos perdido por cuatro votos. Lo importante es que hemos movilizado a mucha gente para que se decante por Trini», se consolaba una veterana militante del distrito.

Históricas socialistas como Paca Sauquillo; diputados regionales como Lucas Fernández; la senadora Ruth Porta; la concejal Ángeles Álvarez... Las caras de cromo que se les iba poniendo eran antológicas. Pero siempre les quedaba Getafe: «Allí vamos 60-40, para nosotros», se repetía en los corrillos. Eso sí, ni rastro de Pedro Castro, alcalde de esa ciudad y azote de Tomás Gómez.

El nerviosismo se vivía ya a las seis de la tarde en el piso de 150 metros cuadrados de la calle de Ferraz, 55, donde este último mes y medio ha tenido Trini su «cocina». Es el secretario general de las Juventudes Socialistas de Madrid y diputado nacional, Daniel Méndez, quien nos conduce escalera arriba, hasta la cuarta planta, a la puerta de una vivienda donde un cartel nos recibe: «Trini puede». En el recibidor del piso, un collage de imágenes de la campaña, en la que no faltan retratos recientes de la ministra con Rafael Simancas y Alfonso Guerra. Es un ir y venir de jóvenes, voluntarios, que están en ese momento contabilizando la participación. «Disponemos de medios muy precarios —comenta a ABC uno de ellos—; este piso...», pero alguien le frena, mientras pasa el ex eurodiputado Carlos Carnero. Sabemos que en otra habitación está Trinidad Jiménez, pero no nos lo quieren confirmar.

«¡No me lo puedo creer!»

En el hotel, el humo de cigarrillos (sería porque la ministra de Sanidad aún no había aparecido) perfuma las peores previsiones: Tomás gana. «De verdad, no me lo puedo creer aún... ¡Qué putada!», se queja una joven, mientras un chico, cegado por las lágrimas, se abraza a su novia. Más fuerte aún fue el abrazo que el candidato municipal, Jaime Lissavetzky, le dio a Jiménez tras su comparecencia ante los medios. La diputada nacional Elena Valenciano lloraba. El director general de Política Social y director de la campaña, Paco Moza, parecía que estaba en un velatorio. Simancas, en un costado del atril, con cara de circunstancias, como el ex edil Pedro Sánchez y el concejal Óscar Iglesias. Zerolo manteniendo el tipo. Lucas más serio que un enterrador. Los alcaldes de Fuenlabrada y Leganés dando la cara. «¡Valiente! ¡Presidenta!», gritaban. Pero la batalla estaba perdida. Las lágrimas de Trini y su voz rota despertaron del sueño a un PSM más resquebrajado que nunca y que salió bajo una tristísima lluvia.

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