Pilar Donoso: «Mi padre, como cualquier artista, tenía mucho ego»
La hija de José Donoso debuta en la literatura con «Corre el tupido velo»
MANUEL DE LA FUENTE
En el nombre del padre. Un padre llamado José Donoso. Así es como ha debutado en la literatura Pilar, hija del escritor chileno, miembro más o menos militante del boom de la narrativa hispanoamericana, autor de «El obsceno pájaro de la noche» uno de los ... títulos clave de esta peculiar factoría cuya maquinaria alimentaban sobre todo las bujías de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
Quince años después de la muerte del novelista y tras otros siete de trabajo, Pilar Donoso ha decidido «Correr el tupido velo» (Ed. Alfaguara), título de esta peculiar biografía escrita tirando del hilo de los diarios de su padre, y devanando la madeja de sus propios recuerdos. «Por supuesto, sabía que existían —rememora Pilar Donoso—. Los “Diarios” tenían ciertas restricciones de acceso, aunque yo, como hija, tenía derecho a verlos. En un momento determinado, un periodista chileno accedió a la primera parte, que estaba en la Universidad de Iowa, e hizo un uso bastante escandaloso de ellos, por lo que decidí que a partir de entonces yo iba a leerlos al completo antes que nadie. Ese fue el motivo principal de mi acercamiento a ellos, no la idea de escribir un libro».
¿Buscaba Pilar a su padre, o buscaba al escritor de fama? ¿Con quién se dio de bruces? «Los “Diarios” son puramente literarios —continúa Pilar—, son netamente la obra de un escritor y en ellos perfila y piensa por escrito en sus novelas, redondea sus personajes, reflexiona sobre sus caracteres psicológicos, cómo debe progresar la narración. Así son, básicamente, pero entre medias, de vez en cuando hay ciertas anotaciones de gran franqueza acerca de su vida y de sus inseguridades, incluso aparecen algunas cuentas. Lo que más me sorprende es esa gran inseguridad, darme cuenta de que sufría una gran paranoia que yo intuía pero que ahí se me reveló de forma muy cruda».
La vida entre las cuatro paredes comunes de una casa o las especulaciones escritas en la noche por un escritor. A qué carta quedarse. «Nuestra existencia cotidiana y lo que mi padre redactaba no eran exactamente lo mismo, pero tampoco había tantas diferencias. Sencillamente, leerle era reconocer y tener la constatación de algo que en el fondo uno ya sabía pero que nunca había sido nombrado con tanta intensidad». Intensidad que alimenta varios pasajes del libro, jirones de afectividad que Pilar Donoso se fue dejando en las páginas. «Muchas veces pensé en tirar la toalla. Si me ha llevado siete años no ha sido sólo por el trabajo de investigación, por haber leído y releído toda su obra y toda la literatura crítica sobre ella. He tardado porque en algunos momentos, me ahogaba de tal manera que tenía que dejarlo incluso durante varios meses, porque me causaba gran sufrimiento».
El rastro de la palabra
Sin duda, un trabajo marcado por la emotividad de una hija adoptiva que se encuentra cara a cara con su padre, y busca su propio rastro en su palabra. «En muchos aspectos, escribir el libro me ha ayudado personalmente. Obviamente, me he visto obligada a volver a evaluar todo, a mirar atrás y decir, bueno, quiénes eran mis padres, los mismos que yo trataba en la vida cotidiana u otros. Noté que había todo un mundo interior que no se correspondía con el que yo conocía. El libro, además, también ha implicado mi propia reconstrucción y ha significado un encuentro con mis raíces, porque, evidentemente, con el asunto de la adopción existía un quiebro en mi vida. Finalmente, vi que mis orígenes eran ellos y esa era mi historia, lo que me definía como persona».
La casa de los Donoso no era una torre de marfil (homosexualidad velada, alcoholismo, depresión, penurias económicas) pero sí era un castillo levantado sobre la literatura. «Totalmente, en casa ficción y realidad se mezclaban a todas horas. Los personajes de las novelas de mi padres se convertían en parientes, participaban de nuestros quehaceres cotidianos, la literatura lo invadía todo, sobre todo la literatura de José Donoso, ya sabe que los artistas tienen un ego...».
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