Guillén, amor a la carta
Durante quince años, Jorge Guillén mantuvo una correspondencia casi diaria con su novia, y luego esposa, Germaine Cahen. Ochocientas cartas que se publican ahora en su totalidad
manuel de la fuente
Medio millón de palabras, sílaba arriba, sílaba abajo. Medio millón de besos, de caricias arrojados sobre el papel por un corazón enamorado. Medio millón de referencias culturales desplegadas sobre el mapa del folio en blanco por un alma inquieta, sabedora y creyente de que sí, ... que al fin y al cabo el mundo está bien hecho y se merece, cuando menos, un «Cántico».
Medio millón de dedos recorriendo una espalda, medio millón de palabras vertidas por Jorge Guillén en las 793 cartas (la mayoría inéditas hasta ahora) que le escribió a su novia y luego esposa, Germaine Cahen, entre 1919 y 1935. Un desbordado río de amor, de sueños, de erotismo, de promesas que Guillén escribía de su puño y letra, una tras otra. Misivas que ahora se recogen en «Cartas a Germaine», una coedición de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, la Fundación Jorge Guillén y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, en edición de Margarita Ramírez, nuera del escritor.
Jorge y Germaine se habían conocido en 1919, cuando el vate era lector de español en la Sorbona. Y desde ese momento, su pluma ya no paró de ser la embajadora arrebolada de su alma, el certero mensajero de su corazón. u epistolario, como dice Guillermo Carnero, autor del prólogo, es uno de los «más conmovedores, profundos e históricamente relevantes del siglo XX». a pareja siempre tuvo constancia de la importancia de estas cartas y decidió conservarlas. Teresa y Claudio Guillén, hijos del matrimonio, retrasaron su publicación hasta después de la muerte de la segunda mujer de su padre, Irene Mochi. Margarita Ramírez, esposa de Claudio, con paciencia y sabiduría de arqueólogo, ha llevado a cabo la edición, anotación y traducción del epistolario.
Las cartas hablan sobre lo humano y lo divino, sobre el trabajo, las estrecheces económicas, sus hijos, sus amigos, literatura, arte, música, cine y significan un apasionante intercambio de ideas, porque Guillén, y ahí está su «Cántico» para demostrarlo, no entendía el amor desapegado de la cultura. Sábanas y filosofía, sutilísimo cóctel: «Estoy encantado de que hayas tenido la idea de lanzar sobre el tapete este tema (Nietzsche). Será una buena discusión de pareja, no de vieja pareja, de todos modos, porque en las viejas parejas ya no hay nada que discutir ni que decirse».
Un «Cántico» paralelo
Antonio Piedra, director de la Fundación Jorge Guillén y profundo conocedor de la vida y la obra del Premio Cervantes de 1976, dibuja el perfil de este epistolario. «Es de una grandísima importancia. El género epistolar fue imprescindible en su vida y esta correspondencia está íntimamente relacionada con la redacción de “Cántico”. De hecho, las consideraba un complemento de este libro, una reafirmación de sus tesis: la exaltación del amor, y la exaltación de ese mundo que según él está bien hecho. Escribiendo cartas seguía siendo un poeta. La mayoría son cartas de amor, pero también son claves para intuir el nacimiento de un autor que ya empieza a escribir a lo Jorge Guillén».
Veamos el cálido vuelo del erotismo en una carta escrita el 6 de febrero de 1926, que Carnero recuerda en el prólogo: «No creas que todo mi sentimiento no es más que sensualidad. Pero no creas que pueda amarte sentimentalmente, pero sin sensualidad. Te quiero, a ti, mi mujer».
Por supuesto, sus amigos del 27 desfilan por estos folios. «Sevilla, 16 de diciembre de 1927. Y después, a eso de la una, nos trasladamos a la casa de Sánchez Mejías, nuestro patrón. Pino Montano: finca en el campo. ¡Fantástico! Oímos al Niño de Huelva, el mejor tocador de guitarra, de veras, estupendo. Se bebía champán. Dámaso, borracho, se puso imposible, cantó en inglés, hubo que llevarle al hotel. A todo esto, recitaciones de Alberti, Federico y Gerardo. ¡Yo no me resistí».
«Las cartas son casi como tratados de perfección sobre el mundo circundante, sobre la realidad poética —continúa Antonio Piedra—, y en ellas se nos presenta el poeta, pero también el profesor, el crítico, el hombre preocupado por su tiempo. Ofrecen una cosmovisión del mundo».
Un mundo que entre 1919 y 1947, año de la muerte de su esposa, ocupó generosamente Germaine Cahen. Un mundo bien hecho. O en palabras de su íntimo Pedro Salinas, una razón de amor, la voz a ti debida, Germaine: «Chérie, te beso prolongadamente en la boca, muy tuyo y tuyo siempre, Valladolid, 30 julio 1921».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete