Pablo Heras-Casado: «Es mi debut en España en mayúsculas»
El joven granadino dirige musicalmente la primera gran apuesta de Gérard Mortier en el Teatro Real, «Ascenso y Caida de la ciudad de Mahagonny» de Weill, en un montaje ideado por La Fura dels Baus
SUSANA GAVIÑA
La trayectoria de Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) ha adquirido una velocidad vertiginosa en los últimos años. Con casi 33 años, quince de ellos los ha dedicado a la dirección de orquesta. El trabajo de estos tres lustros ha comenzado a dar frutos, como avala ... su ajetreada agenda: tres óperas y 26 programas sinfónicos «diferentes» durante este año, al frente de algunas de las orquestas más prestigiosas (acaba de debutar en el Concertgebouw y ha abierto la temporada de la Tonhalle en Zurich). Heras-Casado se declara «ambicioso» pero asegura que nunca ha perseguido objetivos ni metas, «sólo pienso en el proyecto siguiente». Algo que no es del todo cierto pues confiesa a hurtadillas y con gran satisfacción que roza ya con sus dedos un sueño, «el sumun de la perfección». «Ya tengo una fecha para debutar con la Filarmónica de Berlín. Será en octubre del año próximo», revela. Pero antes de esa cita pasarán por sus manos otras agrupaciones, como la Sinfónica de San Francisco o la de la Ciudad de Birmingham. En 2012 dirigirá al Ensemble Intercontemporain y comenzará una colaboración con la Orquesta Barroca de Friburgo, «la mejor del mundo en este repertorio», por citar sólo un puñado de nombres. Ahora regresa al Teatro Real, donde debutó con la Orquesta-Escuela de la Sinfónica de Madrid y «El pequeño deshollinador» de Britten hace un par de temporadas. Vuelve a España, donde en contraste con su carrera internacional apenas le llaman —«tan sólo tengo prevista una semana en Barcelona en 2013»—, para liderar musicalmente la primera gran apuesta de Gérard Mortier en el Real, «Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny», de Weill, que se estrena el 30 de septiembre tras tomar el relevo de «Eugene Oneguin» de Chaikovski, firmada íntegramente por la compañía del Bolshoi, y «Montezuma» de Graun, que se verá en los Teatros del Canal.
—¿Siente mucha responsabilidad ante el reto de encabezar la primera temporada de Mortier, además con un título en el debuta y que se verá por primera vez en España en su versión íntegra?
—Siento la misma responsabilidad que en otras ocasiones pero es cierto que es un reto porque es mi debut operístico con mayúsculas en el Real y también en España, aunque tengo un recuerda magnífico de cuando colaboré aquí en el proyecto pedagógico. Pero ésta es otra etapa de mi vida, y ésta es la primera producción propia del Real con Mortier, trabajando con La Fura dels Baus...
—¿Qué papel juega la música en los montajes del grupo catalán?
—Es fundamental. «Mahagonny» tiene la particularidad de ser una ópera abierta, no hay una versión definitiva. Hay muchas fuentes pues hubo muchos cambios en las sucesivas reposiciones. También se añadieron canciones. Hay muchas posibilidades de terminar la obra. Yo he tenido completa libertad para decidir estructuralmente qué es lo más interesante y cómo funciona mejor musicalmente. También he estado en la Fundación Kurt Weill y he revisado toda la información sobre esta ópera, por lo que esta producción tiene ese componente historiográfico.
—Aquí se verá la versión inglesa y no la alemana...
—Sí, es una versión autorizada por Kurt Weill. Es algo que hemos discutido mucho Mortier y yo, y pensamos que iba a ser más directo y cercano para el público.
—Ópera, teatro musical..., ¿cómo definiría esta obra en la que tienen cabida ritmos como el jazz, el rag-time...?
—Es una obra que reúne muchas influencias. Además está el Songspiel, una especie de versión corta de números musicales, que es lo que ha llevado a pensar que se trata de cabaret, pero no es así, es un ópera. La versión completa tiene una estructura dramática muy sólida que requiere voces muy importantes, no se puede abordar de una manera ligera. Para interpretar a Jim MacIntyre contamos con Michael König y Christopher Ventris, dos cantantes wagnerianos... Su partitura tiene además las cualidades de la mejor música de Mozart y Verdi, una apariencia sencilla y fácil de entender, aunque es muy compleja internamente. Los medios instrumentales y orquestales son mínimos, reducidos a la esencia, pero capaces de lograr que tengan un significado muy fuerte. Luego el lenguaje armónico es muy sofisticado y complejo.
—¿La puesta en escena de La Fura va a ser impactante? ¿Va a escandalizar?
—Sobre todo va a ser muy teatral porque el libreto de Brecht, aunque algunos creen que no es universal, para mi es muy actual. Es una crítica descarnada hacia el capitalismo y la ausencia de los valores morales. Yo no sé cuál es la escala de lo escandaloso. Para mí va a ser impactante, intenso y emocionante por el tratamiento del texto: crudo y directo. La música también es así, aunque hay momentos sublimes con un poso de amargura.
—En principio estaba previsto que esta fuera una coproducción con la Ópera de Viena, pero ésta finalmente se ha caido del proyecto. ¿Se habrá asustado ante la propuesta de La Fura?
—Sólo sé que no lo va a hacer pero no conozco el motivo. Posiblemente el nuevo responsable de Viena, Dominique Meyer, no veía claro defender este título ahora.
—Hay quienes opinan que Mortier le presta mayor atención a la parte escénica que a la musical, ¿cree que es así?
—No, creo que es una crítica superficial. He trabajado con él y hemos discutido mucho en otros proyectos y sé como los enfoca. Creo que pocos gestores de ópera saben hacer repartos tan inteligentes y tan bien dirigidos como él. No se trata de tener en el cartel a una o dos estrellas que te vendan muchas entradas, sino de un reparto que defienda por igual el título a un nivel altísimo, como sucede en «Mahagonny». En cuanto a los directores musicales —varios en lugar de uno—, es una apuesta diferente a la tradicional pero no tiene porque tener un efecto negativo sobre el proyecto siempre que cada director aporte una solidez. Un sólo director musical en un teatro no puede darle a una orquesta todo lo que necesita en todos los repertorios. Aquí estarán Hengelbrock, Tate, Bychkov, Cambreling... Actualmente no hay nadie que conozca tan bien la obra de Messiaen como él.
—El hecho de que Mortier haya optado por un grupo teatral y por un director de orquesta españoles para su primera gran apuesta, ¿cree que es un guiño hacia el público de Real, una declaración de intenciones o una casualidad?
—Yo creo que de todo un poco, aunque tanto ellos como yo ya tenemos una trayectoria internacional y estamos trabajando por todo el mundo. Además, como ya ha expresado Mortier en varias ocasiones, la apertura de temporada es un momento muy importante para él.
—Usted colabora asiduamente con la Filarmónica de Los Ángeles, de la que es director titular Gustavo Dudamel. ¿Dónde reside el secreto de su éxito?
—En que es muy honesto y directo. No esconde nada. Evidentemente es muy sólido. Hace que la música sea vibrante y tenga vida, porque el concierto es una experiencia vital y él sabe compartirla. Eso es muy importante. Cada vez hay más directores que van en esa dirección, que son sinceros. En el escenario hay que olvidarse de todo y darse completamente, arriesgar y celebrar...
—Dicen que los directores de orquesta son unos adictos al trabajo, ¿es su caso?
—Sí, ocurre. Hay una sensación de reto constante. El esfuerzo es muy grande a nivel intelectual, emocional y físico pero luego cuando recibes la recompensa en el escenario no puedes parar. El trabajo es mucho pero la recompensa es mayor.
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