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cultura

Nueve Do's y una canción de amor

La segunda gran cita del Festival de Ópera de La Coruña es «La Fille du Regiment», una de las piezas cómicas más conocidas de Donizetti, y bajo la cual se han forjado grandes leyendas de la cuerda tenoril

J. J. PONCE/J. L. JIMÉNEZ

Desde que Gaetano Donizetti estrenara La fille du régiment en la Ópera Cómica parisina en 1840 no ha dejado de ser uno de los títulos habituales en cartelera de los principales teatros de todo el mundo. Ni siquiera jugó en su contra la enorme dificultad de los dos principales papeles, quizás con especial singularidad el de tenor, que afronta un tour de force por su registro más agudo con los nueve «do de pecho» que debe dar el tenor en «Ah, mes amis, quel jour de fête». O la misma nota en el «Pour me rapprocher de Marie». Pero La fillees más que esta canción de amor y los anteriores nueve sobreagudos, es una de las cimas de la ópera cómica francesa, casualmente salida de la mano de un autor italiano.

Instalado ya en la fama y el reconocimiento de pública y crítica tras estrenar piezas como «Lucia di Lammermoor», «L'Elisir d'Amore» o la trilogía Tudor (¡y así hasta llegar a setenta!), Donizetti intentó conquistar las Galias con su música. En sólo dos años el músico había estrenado diversas óperas en los cuatro teatros de la capital francesa y el propio Berlioz atacó duramente las composiciones donizetianas en uno de los medios de comunicación de la época, el «Journal des débats», acusando al italiano de plagio.

Pero Donizetti sabía cómo acercarse al público francés, conocedor de sus gustos, y lo demuestra en el trío de La Fille «Tous les trois réunis», homóloga de la rossiniana «Venez amis, retirons-nous» (Le Comte Ory), además de practicar los autopréstamos de oberturas, arias o cabalettas. Y para ello valga de muestra su «Chacun le sait, chacun le dit» que recita Marie al regimiento en el primer acto, tomada de la invocación solemne de Noah en Il diluvio Universale(«Su quell’arca nelle’ira de’ venti»). La otra gran pieza de soprano es el larghetto «Il faut partir», el lloroso adiós a la tropa.

Originariamente la obra había tenido una estructura diferente y era cantada en italiano pero Donizetti la modificó para presentarla al público francés, cambiando los recitativos por diálogos y suprimiendo o añadiendo números. De hecho la versión italiana fue más popular que la francesa durante todo el XIX. Hoy es a la inversa. Como otras tantas obras maestras, no fue muy apreciada en la fecha de su estreno, pero las siguientes funciones la llevaron a cosechar un éxito total en París, que consiguió que se repusieran en cartel otras obras del compositor.

Una de las claves de su éxito está en el protagonismo que los autores del libreto —Vernoy de Saint Georges y Bayard— dieron a la figura de una «vivandière», una de aquellas mujeres que se alistaban en el ejército en tiempo de guerra, enfundándose en el uniforme del batallón, ayudándolo a subir la moral y atenderles como enfermeras o cantineras. El pueblo llano se identificó con esta Marie, y de ahí el creciente éxito, al que también contribuyó un nada medido patriotismo, muy del gusto francés.

Tanto gustó con el tiempo La Fille du Regiment que se tomó por costumbre representarla el 14 de julio, e invitar a participar en la representación al regimiento que estuviese acuartelado en la ciudad. Ante tal evidencia, Berlioz acabó rendido a los pies de Donizetti como autor operístico. Entre los grandes nombres que han encarnado «la vivandière» (Marie) se encuentran las históricas Adelina Patti y Toti dal Monte, o ya más cerca de nuestros días, Joan Sutherland o June Anderson. En la actualidad, dos sopranos copan mayoritariamente la representación del papel: la francesa Natalie Dessay y la italiana Patricia Ciofi. Ésta será la soprano de mañana en La Coruña.

El abandono del belcanto en la última etapa del s. XIX y comienzos del XX, sumado a la irrupción de la Gran Guerra, llevaron a que La Fillefuese perdiendo presencia en las temporadas de los teatros. Apenas se usaba como útil de lucimiento para sopranos ajilgueradas, hasta que a mediados del pasado siglo, Pavarotti y Kraus le devolvieron su peso específico. Desde entonces, con mayor o menor cadencia, se programa.

Un argumento alocado

Dramáticamente, a pesar de ser ópera cómica, el libreto resulta por momentos ridículo pero, en ópera, el texto no lo es todo y en este caso la música suple con creces la historia. El primer acto posee una comicidad propia, muy marcada. Ya en la segunda parte toma forma un sentido más romántico, melancólico por momentos, hasta alcanzar un final feliz (como no podía ser de otro modo).

Marie, una «huérfana» criada por el ejército y convertida en su cantinera está enamorada de Tonio, un ingenuo tirolés. La marquesa de Berkenfeld trata de recuperar su mansión y se coloca bajo la protección del sargento Sulpice. Es entonces cuando descubre a Marie, a la que primero trata como sobrina pero que en realidad es su hija, fruto de un desliz de juventud. Después de luchar infructuosamente contra el amor de Marie y Tonio cede a su unión y reconoce a su hija, no sin antes haberse enfrentado a la dictatorial duquesa de Crakenthorp, un rol hablado de una enorme vis cómica, y que se presta a «cameos» de actores de teatro, personajes populares o incluso cantantes en retirada. Durante una reciente función en Viena, Montserrat Caballé aprovechó su Crakenthorp para despedirse desde el escenario del público que tantas noches de gloria le presenció.

Donizetti escribió el rol de Tonio casi como para un secundario, pero sin embargo le dotó de las piezas más difíciles de la ópera, capaz de robar el protagonismo a la soprano. Así, este papel ha encumbrado a leyendas de la lírica como Luciano Pavarotti —que consiguió poner el Royal Opera House de Londres a sus pies a finales de los sesenta—, Alfredo Kraus —quien durante tres largas décadas tuvo esta obra en repertorio— o, en nuestros días, Juan Diego Flórez, que firmó el hito de bisar el «Pour mon âme» en Milan y Nueva York, donde hacía casi medio siglo que no se repetía un aria. En la mejor línea del maestro Kraus llega otro canario, Celso Albelo, que cosechó un éxito arrollador con su Arturo del pasado año, y que estrenará en La Coruña este Tonio que ya ha demostrado en recitales que domina como muy pocos a día de hoy.

Como dato curioso, esos nueve do's en la cabaletta «Pour mon âme» —parte final del aria «Ah, mes ami»— inicialmente se cantaban en falsete. Con la evolución en el canto y el uso de la plena voz, algunos tenores bajaban a notas inferiores o simplemente los omitían. Igualmente es anecdótico referirse a este sobreagudo (do4) como «de pecho», cuando su correcta emisión hace que su resonador esté en la cabeza.

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