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Duelo socialista al sol de Valencia

Antoni Asunción irrumpe en las filas de los socialistas valencianos para forzar unas primarias frente a Jorge Alart

DAVID MARTÍNEZ Y MANUEL CONEJOS

Jorge Alarte, el candidato invisible Fue un joven alcalde que intentó regenerar el partido y acabar con sus guerras internas. Pero ha sido escaso el cambio que ha aportado. Sigue sin ser un político conocido, ese es su problema Jorge Alarte (Alaquás, Valencia, 1973) aspira a convertirse en el cuarto candidato a la Generalitat valenciana de la historia del PSPV-PSOE. Antes lo fueron Joan Lerma -presidente de 1982 a 1995-, Antonio Asunción, que perdió en 1999, y Joan Ignasi Pla, que repitió derrota en las dos últimas convocatorias. El joven dirigente socialista se convirtió en secretario general de la federación valenciana del PSOE en septiembre de 2008, en un reñido congreso extraordinario. El líder del PSPV era un gran desconocido hasta que dio el salto de aspirar a la secretaría general. Se había afiliado al partido en 1994, tras entrar en contacto con el sindicalismo y la política en su etapa de estudiante de Derecho en la Universidad de Valencia-. Ya entonces apuntaba maneras, y fue elegido dos veces consecutivas representante de los alumnos en el Claustro de la Universidad. Un año más tarde, en 1995, se había convertido en concejal de Juventud en el Ayuntamiento de Alaquás, con sólo 22 años. «Su familia -propietaria de un negocio de automoción- siempre ha sido muy activa, muy involucrada con la sociedad», comenta uno de sus más estrechos colaboradores para explicar su pronta incorporación a la política activa. La meteórica carrera de Alarte daría un salto cualitativo cuatro años después, al convertirse en alcalde con mayoría absoluta poco antes de cumplir los 26 años. El mismo año en que Asunción perdía las elecciones autonómicas contra Zaplana. Ahí comienza a fraguarse su paralelismo con el madrileño Tomás Gómez, que se evidenciaría una década después: un joven alcalde avalado por sucesivas victorias electorales que se propone regenerar el partido y acabar con la dinámica de guerras internas y derrotas en las urnas. La sensación de que podía recuperar la conexión del PSPV con los votantes, y -curiosamente- el apoyo inicial del mismo Asunción, le animaron a postularse para la secretaría general. Su lema: «De una vez por todas, cambio». Alarte se metió pronto en su papel de líder político. Una de las primeras cosas que hizo tras convertirse en secretario general fue llamar a la Consejería de Gobernación valenciana para pedir que le asignase una escolta. Y lo segundo, rodearse de un muy estrecho círculo de colaboradores, que ha despertado todo tipo de recelos entre las suspicaces «familias» socialistas. El «núcleo» de confianza de Alarte es tan reducido que, para determinados asuntos, está compuesto por una sola persona: su asesor «áulico» Josep Moreno. Sin embargo, la energía que derrochaba en sus primeros pasos como secretario general no duró demasiado. Poco soplaron los aires de cambio en el PSPV, frustrados por las habituales intrigas orgánicas en la federación valenciana y la incapacidad de Alarte para ponerles freno (situación que se acentuó tras el desastroso resultado de las elecciones europeas). El principal problema del secretario general pasa, además, por su falta de conocimiento público. Renunció a la Alcaldía el 11 de julio de 2009 para centrarse en su futura candidatura, pero se encontró con enormes dificultades para presentarse como alternativa a Camps en las Cortes valencianas, al no tener escaño de diputado. De nuevo, el paralelismo con Tomás Gómez. La construcción de un discurso propio también ha quedado para mejor ocasión. Alarte pareció cambiar rápidamente de idea, y en lugar de construir una propuesta «en positivo», se ha entregado en el último año a la estrategia de convertir el «caso Gürtel» en el argumento exclusivo de la oposición. Con escaso impacto hasta el momento en la intención de voto, según se han encargado de recordarle las encuestas. Otra de las obsesiones de Alarte es la televisión autonómica valenciana, RTVV, contra la que no duda en descargar sus iras. Incluso ha protagonizado varios enfrentamientos con redactores del ente en sus comparecencias de prensa. Y eso que, recién convertido en secretario general, le regaló al actual director general de RTVV la última obra de Eduardo Mendoza, «Mauricio o las elecciones primarias». Un título premonitorio. La pérdida del entusiasmo inicial entre las bases ha llevado a Alarte a conformarse con «sobrevivir» en los últimos meses para intentar llegar a convertirse en candidato, mientras le salen «rana» apuestas como la de la ex ministra de Cultura Carmen Alborch -que se ha negado a enfrentarse por segunda vez a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, dejando en evidencia el «romance» impostado que parecía vivir con Alarte hace sólo unas semanas-. Y lo ha hecho, principalmente, a la sombra del vicesecretario general del PSOE, José Blanco, uno de sus pocos asideros en la sede socialista de la madrileña calle Ferraz. Antoni Asunción irrumpe en las filas de los socialistas valencianos para forzar unas primarias frente a Jorge Alarte El PSOE valenciano ha vivido con sorpresa la entrada en escena de Antoni Asunción, un viejo rockero de la política. Con casi 60 años, diez de ellos apartado del foco público, su último contacto de primer nivel con la federación socialista valenciana se saldó con el fracaso de no ser elegido secretario general. Pero, convencido de que una década es suficiente penitencia, no duda de que su partido ya le ha «indultado». Retorna con ganas para forzar un proceso de primarias que añade un nuevo quebradero de cabeza a la dirección del PSOE. El despacho de Asunción en Valencia ofrece una vista espectacular del viejo cauce del río Turia. Es su lugar de actividad, pero no el único. Asunción es multifacético. «¿Que a qué me he dedicado todo este tiempo? A trabajar como cualquier mortal». La fuga del ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán le «atropelló» en su época de ministro del Interior. «Aquello fue un volcán con mucho lío judicial y si algo tengo claro es que aquel tren me rompió la carrera política». Su voluntad de dimitir, elevada por algunos a la categoría de leyenda por lo inédito de la decisión, estuvo motivada «por la responsabilidad». Todavía le mueve ese valor, que invoca de nuevo como explicación principal de su retorno a la política. El partido está «por encima de las personas», y acoge con (desagradable) sorpresa la «falta de generosidad de algunos miembros del PSPV que perjudican las siglas. Podían irse y cuando se aclaren, volver», sugiere. Tras su salida de Interior, se instaló en Lisboa, ciudad que considera su segunda casa. Los negocios con la banca prolongaron su estancia en la capital lusa durante dos años, luego decidió incorporarse (aún en Portugal) al grupo constructor Sanjosé. Su regreso a Valencia se fragua cuando, con un grupo de empresarios amigos, decide montar una piscifactoría para hacerse cargo de la gestión. Los campos de naranjas de sus padres se llevan el resto del tiempo. «La comercialización de la naranja está en un pésimo momento; lo que intentamos es cambiar de variedad para ver si así somos más competitivos». Con esa iniciativa empresarial, Asunción, primo hermano del actor José Sancho, ha logrado una independencia económica que lleva a sus detractores a calificar de «aventura otoñal» su vuelta a las tablas políticas. Pero nunca se fue del todo. Durante los últimos años, «en un segundo plano y sin molestar», viene detectando el proceso de «desconexión con la sociedad» en que cae el socialismo valenciano y que explica una sucesión de sonoras derrotas. «Las estructuras del partido se han anquilosado y hoy forzar unas primarias se hace más duro para el que entra», sostiene. El aparato del partido juega en su contra y trata de escamotearle, con una evidente presión a la militancia, cada uno de los 3.201 avales que precisa reunir para enfrentarse a Alarte. Pero Asunción es optimista. Da la sensación de que esconde una baza que le permitirá aspirar a la Presidencia de la Generalitat tras doblegar al «enemigo» interno. Debe de ser que sabe superior. Simplemente. «Mire el currículo de uno y del otro y se aprecia en seguida: Alarte y yo somos muy diferentes». Su rival, asegura, «no quiere primarias»; por eso pactó con el sector de Joan Lerma para copar más espacio en el partido y dificultar la gestión de las bases descontentas. Lo ve algo sorprendente en alguien de 37 años: pactar con el sector más inmovilista del partido. «Alarte es un fiel discípulo del “Gatopardo”, la novela de Lampedusa, en la que el objetivo es cambiarlo todo para que todo siga igual». Con el grado de suficiencia que da el paso de los años, lanza un dardo en forma de ofrecimiento al candidato oficial: «Puede elegir entre quedarse como jefe de la oposición o integrarse en mi candidatura y ser vicepresidente del Gobierno valenciano conmigo». Cualquiera diría que detrás tiene al mismísimo Zapatero –de quien, por cierto, defiende su liderazgo- o a su amigo Rubalcaba, pero Asunción prefiere «no utilizar nombres en vano». Agradece, eso sí, la «neutralidad» garantizada por José Blanco. Su proyecto es heterodoxo. No muestra rechazo a grandes eventos como la Copa América de Vela, demonizada hasta el paroxismo por los socialistas valencianos. De hecho, su gran afición es la vela. A la espera de las próximas 72 horas que decidirán su futuro, clava la mirada en el viejo cauce del Turia convertido ahora en un vergel del oxígeno que echa en falta en un partido sacudido por las conmociones internas y sobre el que, dice, no cabe más deterioro. «Al fin y al cabo, el rival está fuera de nuestras siglas».

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