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Más cerca de la eternidad

Su círculo cerrado del Grand Slam lo acerca a los mitos del deporte: Jordan, Schumacher, Armstrong o Bubka

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS

Salió Djokovic de la caldera de Flushing Meadow y se declaró impotente. «Es frustrante. Cada vez que juegas contra él, es mejor. Yo le digo chapeau. Es un gran tenista, un gran atleta y un gran hombre».

La mezcla de admiración y desengaño del serbio se ha transformado en un torrente. Su simbólica conquista en el Open USA que cierra el círculo del tenis (Open de Australia, Roland Garros, Wimbledon y Abierto de Estados Unidos) ha depositado a Nadal, en unas horas, en los altares del deporte español. Catapultado por la tradicional euforia ibérica, las webs, las radios, las teles y todo vehículo comunicativo se lanzó a la idea de proclamarlo como el mejor deportista español de todos los tiempos.

En nombre de mucha gente, lo hizo también Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte y candidato socialista a la alcaldía de Madrid: «Es probable que estemos ante el mejor deportista español de todos los tiempos». Mejor que los pioneros Nieto, Santana o Ballesteros. Mejor que gigantes como Induráin. Mejor que sus coetáneos Paul Gasol o Fernando Alonso. Mejor que cualquier futbolista campeón del mundo y mediático cien por cien estilo Casillas o Iniesta. Mejor que todos.

En contraste con esa euforia cercana al clima de paroxismo, Nadal no se reconoce en el espejo. Ni siquiera se ve como el mejor tenista del circuito. «Es estúpido decir que soy mejor que Federer. Los títulos dicen que es mejor que yo. Roger siempre ha sido un ejemplo, especialmente porque mejoró su tenis durante su carrera y eso es algo bueno que copiar. Roger y yo somos diferentes, con estilos diferentes, y ahora está lejos, 16 “grandes” para mí están lejos todavía».

En Nueva York, Nadal fue infatigable defensivamente, intratable ofensivamente e imperturbable mentalmente. Hace ya mucho tiempo que dejó de ser un mero especialista en tierra batida para convertirse en un depredador total. Durante los dos últimos años, su progresión ha sido espectacular. Desde su victoria en Roland Garros 2008, ha añadido Wimbledon (2008 y 2010), el Open de Australia (2009) y finalmente el Open de Estados Unidos 2010 que cierra el círculo.

Con sólo 24 años, Nadal es el cuarto tenista de la historia de la era open que ha ganado los cuatro torneos del Grand Slam. Antes lo hicieron tres leyendas como Rod Laver, Andre Agassi y Roger Federer. Una sinfonía de éxitos que lo elevan al Olimpo del deporte, junto a mitos que algún día escribieron páginas de oro en sus deportes. Los siete Tour de Lance Armstrong, los títulos de 100, 200 y longitud de Carl Lewis en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, los ocho oros de Michael Phelps que destrozaron la marca de Mark Spitz en Munich 72, los récords centímetro a centímetro de Sergey Bubka con la pértiga, los siete títulos de Fórmula 1 de Michael Schumacher.

Jordan, inalcanzable

En España, los cinco Tour de Induráin, los dos Mundiales de Fernando Alonso y su fichaje por Ferrari, los dos anillos de Pau Gasol con los Lakers y sus títulos Mundial y de Europa, la triple corona de Contador (Tour, Giro y Vuelta). Y, por encima de todos, de los españoles y los no españoles, el único e inigualable, probablemente el mejor deportista de la historia, Michael Jordan, que conquistó seis anillos de la NBA con los Bulls y diez títulos de máximo anotador.

En las pistas de Flushing Meadow, el zurdo mallorquín jugó mejor que nunca en Nueva York, según admitió, y sólo perdió cinco veces su servicio (tres en la final ante Djokovic). Adaptado a superficies molestas, bolas incómodas y demás, Nadal declara que piensa seguir progresando, una vez superado el fatídico 2009 con la tendinitis y la separación de sus padres.

«He mejorado mi servicio y mi revés cortado, y ya he entendido mejor cómo se puede cambiar el ritmo de los partidos. No he regalado tantos puntos gratuitos y he jugado mucho más cerca de la línea de fondo», comentó Nadal desde Nueva York.

«Nunca imaginé que pudiera ganar los cuatro grandes algún día —finalizó el manacorí antes de regresar a España, a donde llega hoy—. Tengo una gran rivalidad con Federer, pero también están Andy Murray y Djokovic. Veremos que sucede en el futuro; no soy un genio».

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