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vuelta a españa

La caída más cruel de Igor Antón

La Vuelta se queda huérfana al retirarse el líder cuando iba camino de Peña Cabarga, donde ‘Purito’ pudo con Nibali

J.GÓMEZ PEÑA

Un par de trozos de madera cambian la Vuelta. Xavier Tondo tropieza con el primero. Se salva. El segundo está en la trayectoria de Igor Antón, el líder que afila los ojos para la cercana subida a Peña Cabarga. De repente, el cielo se le vuelve negro. Del color del asfalto. Antón aparece sentado en el suelo. El reloj roto, sin cuerda. Con la piel llena de dentelladas. La garganta de arena. El casco está destrozado. Delante, su compañero Egoi Martínez se duele echado sobre el piso. Las manos en la cabeza. Dientes de dolor por la luxacion de hombro. Antón se levanta, aún conmocionado. “La bici, la bici”. Por los codos supura sangre amarga. Roja, como su maillot de líder, hecho jirones. Triturado. Igual que el brazo. El ciclista del Euskaltel-Euskati tiene prisa; la subida empieza ya. Es su Vuelta. La merece. Y agarra convencido el manillar. Ahí lo nota. El codo derecho no le aguanta. Protesta el corazón. Otra vez una caída, como en 2008, le tacha de la Vuelta. Sus compañeros y directores le rodean. Comparten un nudo en la garganta. Ojos gachos. El silencio es el mejor diagnóstico. Cuando Antón sube al coche en dirección al Hospital de Cruces, con él se va la Vuelta que pudo ser suya. La que se partió este sábado por un trozo de madera.

La mala suerte de pincharse con la aguja del pajar. Mientras la víctima de esa maldita rama viajaba hacia el quirófano, Joaquín Rodríguez y Nibali se repartían la subida a Peña Cabarga. Para el catalán fue la etapa. Y para el italiano, por apenas cuatros segundos sobre ‘Purito’, el maillot rojo de líder. El que ya no era de Antón. Arriba, en la cima, Enrique Antón preguntaba por su hijo. Le había visto rebozado en golpes a través de la televisión. “Igor no merecía esto”, repetía el padre del corredor. Ojos ardiendo de lágrimas. “¿Qué ha pasado? ¿Cómo está?”. A 6,5 kilómetros de allí, en un descenso a la salida de Solares, se secaban al sol las gotas de sangre de Antón. El líder no sabía nada de la caída. Lo contaron otros. Como Tondo, que sí vio la madera. Antón no. Tropezó con la rueda delantera y se le fueron las manos del manillar. La bicicleta enloqueció. Y el corredor de Galdakao voló a más de 60 kilómetros por hora. Puñetazo seco contra el suelo. Tras él se cayeron más, como Bruseghin, otro candidato borrado. Más madera.

A los médicos de la carrera les bastó un vistazo. El codo de Antón estaba inflamado. Quebrado. “Tenía un golpe tremendo”, contó Gorka Gerrikagoita, director del Euskaltel-Euskadi. “Y a la velocidad que llevaban, pudo haber sido mucho peor”, dijo con pena y alivio Igor González de Galdeano, mánager de la escuadra. Antón caminó hacia el coche de su equipo. No lloró. No se permitió ni una mueca de dolor. Cuando vio la cámara de televisión, mostró el pulgar, el gesto de que todo iba bien. “Igor es así, tranquilo para lo bueno y para lo malo”, dijo Galdeano. Antón ha visto a su madre superar una cáncer. “Hay cosas peores”, les consoló a sus directores. Incluso se peinó frente al espejo retrovisor. Un toque de coquetería en medio de la batalla. “Volveré en 2011 y seré más fuerte”, avisó en camino al hospital donde le operaron el codo.

Sin él, la Vuelta era otra. La etapa que cruzó las Merindades y bajó de la meseta al Cantábrico hirió a Antón y alentó las opciones de ‘Purito’ Rodríguez y Nibali. Pareció al principio que la mala suete del día para para ‘Purito’. Le picó una avispa en el pómulo derecho. Le deformó la cara. Hinchada. Ese picotazo, sin embargo, le puso a punto su aguijón. Luego lo sacó. Antes, el Caisse d’Epargne aprovechó los páramos de brezo y los pastizales que van de Villarcayo a Espinosa de los Monteros para probar la resistencia del Euskaltel-Euskadi. Lanzó entre Lunada y El Caracol a Arroyo y Luis León Sánchez. Eran el anuncio de un supuesto ataque de Bruseghin, Plaza o Urán. El equipo de Antón se sostuvo. Firme. Pletórico en un paisaje hecho para las bicicletas.

La pugna entre el Euskaltel y el Caisse d’Epargne se tragó la fuga de Zabriskie, Millar y Terpstra. El descenso de Lunada, entre cabañas rehabilitadas y prados de siega, sirvió de lanzadera hacia Peña Cabarga: esos seis kilómetros en escalera, con tramos del 19%. A 6,5 kilómetros del final, esperaban un par de trozos de madera. Uno se le clavó a Antón. El resto de los favoritos se abrieron en cremallera. Escucharon el sonido de la bicicleta contra el suelo, el grito contenido, el silbido del miedo. Y siguieron adelante. La Vuelta quedaba huérfana del corredor que la ilusionaba. Ya era de otros. El Liquigas de Nibali fue el primero en reclamarla. Usó a Kreuziger para desgajar la ascensión al mirador de Cantabria. Escoltados por el aliento de miles de aficionados y por una frase que subía por la cuneta. “Se ha caído Antón”. ‘Purito’ lo sabía, lo sentía. “Se lo iba escuchando a la gente”. Pero el ciclismo no espera. Y el catalán del Katusha sacaba punta a su aguijón. Tuvo temple.

Espero a que Nibali le enseñara el culotte. Y le aguijoneó en el escalón más duro. Curva y rampa. La cuesta se abría y cerraba de tanta gente, de tantos aficionados que querían animar a Antón. Aplaudieron al resto. ‘Purito’ entró con 20 segundos sobre Nibali y la mano sobre el ojo dañado por la avispa. “Me jode ganar así”, dijo en recuerdo de Antón. En el podio, Nibali celebró serio su alegría. “Por Antón”. El nombre que le falta desde hoy a la Vuelta. Quedan Nibali, ‘Purito’, Mosquera, Tondo y lo que pueda remontar Frank Schleck. La Vuelta huérfana sin Antón.

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