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El Gobierno de Zapatero peor valorado afronta aislado su curso más difícil

A los socialistas solo les queda el PNV para tratar de mantenerse en el poder, a cambio de cesiones. Erkoreka avisa de que serán ambiciosos

MARIANO CALLEJA

El Congreso vuelve a ponerse en marcha esta semana tras las vacaciones con un protagonista indiscutible: el PNV. Los seis diputados nacionalistas vascos tienen en sus manos la estabilidad del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y la posibilidad de adelantar las elecciones generales. En otras palabras, son imprescindibles para que Zapatero siga en el poder; lo saben y lo piensan aprovechar en su propio beneficio. «Nuestra reivindicación será ambiciosa, no lo oculto», ha advertido el portavoz del Grupo Vasco, Josu Erkoreka, sobre la negociación de los Presupuestos Generales del Estado de 2011.

La historia parece repetirse, porque no sería la primera vez que el PNV apoya unos Presupuestos Generales a cambio de pasar la «factura» correspondiente en forma de inversiones y transferencias de competencias. Pero este año hay una diferencia crucial: el PNV es el único socio posible que le queda al Gobierno, después de que CiU anunciara hace meses su rechazo a las cuentas públicas y su intención de forzar un adelanto electoral. Divorciado de la izquierda minoritaria, y con todos los puentes rotos hacia el PP, al PSOE sólo le quedan los nacionalistas vascos y está dispuesto a llegar hasta el final de la negociación. El fracaso obligaría a una prórroga de los Presupuestos actuales, algo técnicamente posible, a pesar de todos los recortes y ajustes efectuados en los últimos meses pero políticamente inviable, ya que dejaría a Zapatero en una situación insostenible y con una sola salida: la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones.

La negociación de los Presupuestos, con un requisito previo sobre la mesa —el traspaso «inmaculado» de las políticas activas de empleo, como dice el PNV—, marcará este inicio de curso en el Parlamento. La agenda de las conversaciones está abierta y Zapatero ya ha anunciado que está dispuesta a hablar incluso de autogobierno con los nacionalistas vascos. Erkoreka, que se frota las manos mientras mira de reojo al

Gobierno vasco —siempre objetivo final del PNV, obsesionado por romper el pacto entre el PSE y el PP—, está dispuesto a tensar la cuerda hasta el límite.

Pero los problemas para Zapatero no acaban en los Presupuestos. En el Congreso los agravios hacia el Gobierno se multiplican. La izquierda minoritaria piensa explotar al máximo la huelga general del 29 de septiembre, e incluso Gaspar Llamazares ha prometido que será una parte del piquete desde el Congreso para intentar que el paro sea masivo. El 29-S se escenificará la ruptura de la paz social, la joya de la corona de Zapatero y una de sus banderas preferidas.

El Grupo Catalán-CiU, que ha salvado al Ejecutivo, literalmente, en más de una votación angustiosa para los socialistas, como cuando se debatió el tijeretazo social, no ve futuro a Zapatero. Así se lo hizo saber su portavoz, Josep Antoni Duran Lleida, en el debate del tijeretazo en una de las intervenciones más duras contra el presidente del Gobierno de la legislatura. CiU no confía en él ni en su política económica, rechazará los Presupuestos y solo quiere que se adelanten las elecciones. Eso sí, lo quiere tras los comicios catalanes, que se celebrarán previsiblemente en noviembre y que marcarán buena parte de los movimientos de unos y de otros en el Parlamento nacional.

El acercamiento de CiU y PP, lento y fatigoso, pero poco a poco fructífero, podría sufrir un enfriamiento este trimestre: forma parte del juego electoral. De la misma manera, el resultado de las urnas en Cataluña puede dar otro giro a la legislatura, en función del equilibrio de fuerzas.

Y si los comicios catalanes serán una de las claves de este año, las elecciones autonómicas y municipales del próximo mes de mayo podrían ser decisivas como antesala de las generales. En el cuartel general del PP se mantiene el optimismo, a la vista de todas las encuestas, que muestran una ventaja más que cómoda del partido de Rajoy sobre el de Zapatero.

Aquí se la juegan todos, porque si estas elecciones podrían suponer la puntilla final al presidente del Gobierno, para el jefe de la oposición una pérdida de poder en algunos de sus feudos, como Madrid o Valencia, supondría un varapalo de consecuencias imprevisibles.

De ahí que Zapatero haya querido hacer otra de sus apuestas personales para Madrid, a las que tiene tan acostumbrados a los madrileños, que parecen no cansarse de responder al líder socialista con sonoros fracasos en las urnas. Zapatero, que no ceja en su empeño, quería que la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, fuese la candidata del PSOE para disputar a Esperanza Aguirre la Comunidad de Madrid, y se encontró con un dirigente socialista regional, Tomás Gómez, un político apagado y gris hasta que se hizo rebelde, que le plantó cara y le dijo «no». El resultado son unas elecciones primarias en Madrid, el próximo 3 de octubre, que si le salen mal a Zapatero (si pierde Jiménez) supondría otra derrota personal para él, y una pérdida añadida de autoridad entre los suyos.

Mientras tanto, se mantiene abierta la crisis de Gobierno. «El presidente del Gobierno perdió credibilidad a chorros cuando se empeñó en negar la crisis económica y ahora, negando la crisis de Gobierno puede encontrarse con un Gobierno en crisis». Con este juego de palabras, Gaspar Llamazares describía esta semana la situación de Zapatero, quien ya tiene al menos dos ministros en su gabinete que están en funciones: Celestino Corbacho, que ya ha anunciado su dimisión como ministro de Trabajo para acompañar a José Montilla en las elecciones catalanas, y Trinidad Jiménez, quien abandonará el Gobierno solo si gana en las primarias de Madrid. La sensación creciente en el Congreso es la de una descomposición más amplia del Gobierno, que no llega a traducirse de momento en una remodelación de carteras, mientras que la vicepresidenta De la Vega niega la crisis interna con el mismo tesón con que antes rechazaban en Moncloa que hubiera

problemas económicos en España.

De hecho, la valoración del Gobierno está en su momento más bajo. Zapatero ha caído hasta el 3,48, mientras que la media de sus ministros es de 3,59, según el CIS (barómetro de julio). Por comparar con Aznar, a la misma altura de su mandato (julio de 2002), el ex presidente del Gobierno tenía una valoración de 4,85, mientras que la media de su Gobierno era de 4,44.

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