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ASÍ LO VEO YO

UN BOLERO PARA CANTORAL

MARÍA DEL PINO FUENTES DE ARMAS

HACE muy pocos días se apagó para siempre «el Reloj» del tamaulipeco Roberto Cantoral, ese mexicano creador de versos inolvidables y únicos, en los que se habla mucho y bien del amor. Casi siempre a ritmo de bolero, y poniendo el sentimiento que ha caracterizado a lo más dulce de la canción romántica mexicana, Cantoral deja un legado de más de mil composiciones, entre las que destacan: «El preso número nueve», «Qué mal amada estás», «El triste», «La Barca», «Locura, locura» y «Regálame esta noche», títulos de temas eternos que sobreviven al compositor y que han cantado voces como Armando Manzanero, Plácido Domingo, Joan Baez, Sara Montiel, Lucho Gatica, el trío Los Calavera, Los Diamantes, Los Panchos, José Feliciano, Olga Guillot, Luis Miguel y Julio Iglesias.

El amor, que es el motor que mueve el mundo: «Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón, porque yo seguiré siendo el cautivo de los caprichos de tu corazón», le sirvió de tema de inspiración a este compositor, dotado como Minerva de la cabeza de Zeus, con las armas de la palabra: «Reloj, detén tu camino porque mi vida se apaga, ella es la estrella que alumbra mi ser, yo sin su amor no soy nada», y para el que era muy fácil hablar de sentimientos: «No quiero que te vayas, la noche está muy fría, abrígame en tus brazos hasta que vuelva el día...» Y es que pocas veces en un mismo compositor ha habido tanta ternura, tanta nostalgia, tanta delicada hermosura, tanto amor y, al mismo tiempo, tanto dolor. Él tenía la clave del gusto por el decir, y usó para ello a este género íntimo, el bolero, gracias al cual, cada uno, escribe la historia de sus recuerdos.

La letras de Roberto Cantoral tienen tanta fuerza que, como en la copla de don Manuel Machado, el pueblo no recuerda al autor, a ese hombre romántico, bohemio y sentimental, que nos regaló ese bolero cuyo verso indeleble forma parte de la banda sonora de nuestras vidas, pero de una cosa sí estoy segura: cuando lean u oigan la primera estrofa de una de sus canciones, probablemente llegarán a cantarla entera, pues sus palabras encadenadas iban directamente al corazón: «Espera, aún la nave del olvido no ha partido, no condenemos al pasado lo vivido, por nuestro amor, por nuestro ayer, yo te lo pido…».

Tantas son las canciones de este compositor que la mayoría de la gente, aunque se sepa las letras de memoria, ignora su autoría, asociándolas más a la voz que en un determinado momento las interpreta que al alma capaz de crear los textos. Unas hablan de lo imposible, de ese amor que llega a su fin, del pasado que vuelve, del renacer de un querer y, otras, de volver a amar y a besar; de la pasión y la locura, aún cuando se es consciente de que el romance ha llegado a su punto y final. Por eso le he querido dedicar hoy, con toda justicia, al compositor mexicano Roberto Cantoral un bolero en forma de artículo, un regalo hecho desde la memoria sentimental de alguien que ha amado, mucho y bien, dejándose acariciar por el ritmo eterno del bolero, por sus melodías únicas y por el hondo sentimiento de unas letras en las que cada autor, inspirado o no por sus vivencias, te enseña el arte de cultivar la palabra. El bolero, que es eterno, nació para hablar de amor y, ni el desamor, ni los celos, ni la distancia, ni la separación, ni las versiones adulteradas han podido acabar con un género que nació para alimentar el espíritu.

Mi adiós a este caballero del romance, al seductor nato, al divo, pero sobre todo al bolerista: «Cuando la vida eterna se desprenda, y el infinito muera en el olvido, quedará nuestro amor como la ofrenda de dos que, aunque pecaron, han vivido».

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