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PALENCIA

Del Álamo y Férnandez reciben los tres avisos

EFE

J.L.HERNANZROSARIO PÉREZ

COLMENAR VIEJO

PLAZA DE TOROS DE COLMENAR. Lunes, 30 de agosto de 2010. de feria. Más de media entrada. Toros de Los Bayones, bien presentados y buenos en conjunto; destacaron 1º y el extraordinario 4º; un sobrero de Carmen Segovia (6º bis), deslucido.

EL CID, de tabaco y oro. Estocada algo atravesada y descabello (oreja). En el cuarto, pinchazo y estocada tendida (oreja).Salió a hombros.

SEBASTIÁN CASTELLA, de verde albahaca y oro. Pinchazo y media (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada desprendida. Aviso (ovación).

ALEJANDRO TALAVANTE, de verde manzana y oro. Dos pinchazos en los bajos, estocada en el costillar, pinchazo, estocada que asoma y descabello (pitos). En el sexto, dos pinchazos, otro hondo trasero, pinchazo, metisaca, pinchazo en los bajos y descabello (pitos en la despedida).

El segundo festejo de la feria de Palencia estuvo protagonizado por los novillos del hierro leonés de Valdellán que pusieron en dificultades a los noveles hasta el punto de que tanto Juan del Álamo como Diego Fernández recibieron los tres avisos. La novillada estuvo bien presentada, tuvo el denominador común de la casta y en muchos momentos desbordó a los novilleros. Destacó el bravo quinto con el que estuvo digno el albaceteño José Ignacio Rodríguez pero sin acabar de aprovechar a su rival. Con la espada estuvo tan mal como sus compañeros y emborronó sendas actuaciones en las que no pasó de demostrar su oficio. Tuvo un balance de silencio tras aviso en ambos.

Juan del Álamo cortó la oreja del primero por un trasteo aseado rubricado con eficacia con los aceros. Recibió los tres avisos del complicado cuarto que murió, como sus hermanos, con la boca cerrada. El salmantino aguantó el tipo porque el novillo lucía dificultades, embestía a oleadas y resultó muy duro de patas. Se puso muy complicado para matar, pinchó en infinitas ocasiones y recibió el tercer recado.

El local Diego Fernández pasó otro quinario en el tercero, que fue el más deslucido. El novillo no le ayudó, pero al palentino le faltó ambición. Con la espada pegó un mitin y también recibió los tres avisos. Tampoco se acopló al último con el que volvió a sufrir con la espada y recibió otro aviso.

COLMENAR VIEJO (MADRID)

Se abre el portón de cuadrillas. El destello cegador de los trajes de luces se mezcla con los crespones negros que flotan en el aire. Arranca el paseíllo. Los toreros se desmonteran. Los tendidos enmudecen y se ponen en pie. Miradas al cielo. Y silencio sepulcral en recuerdo de la vida de un torero que emigró al paraíso de los valientes entre las astas de «Burlero». La emoción peregrinó entonces por las gradas. Parece que fue ayer cuando el toro de Marcos Núñez partió el corazón a El Yiyo. Un cuarto de siglo después, Colmenar Viejo rendía su particular tributo al príncipe del toreo, primero con una ofrenda floral a la estatua que lleva su nombre y luego con un minuto de silencio en el XXV aniversario de su muerte.

Después llovieron los plácemes a El Cid, que contó con el mejor lote de la corrida de Los Bayones, buena por dentro y por fuera en líneas generales, aun sin andar sobrada de casta. A izquierdas y a derechas ofreció el de Salteras una importante dimensión. El primero embestía de dulce por el lado de Zapatero, y Manuel Jesús dibujó zurdazos al ralentí. Verdad por delante en su muleta, enganchando suave el viaje de «Malvarroso» y recreando un jardín al natural. Probó la derecha y dejó un precioso cambio de mano, engarzado a uno de pecho colosal. Otra tanda más sobre la diestra, con el matador de Salteras crecido hasta regresar a su fuerte, la izquierda, y entretejer muletazos que atraparon al gentío. El descabello no fue óbice para que conquistara una oreja. Idéntica recompensa obtuvo en el excelente cuarto, que lució un pitón derecho de bandera. Tanto que muchos solicitaron una vuelta al ruedo que el presidente no estimó oportuna.

«Linosito I», de bandera

Otra vez el sevillano principió a izquierdas, pero falló la armonía y se dio cuenta de que «Linosito I» estaba afiliado a las listas de Rajoy. Por ese lado llegó el temple, bendito en tiempos de destemplanzas. El Cid midió distancias y presentó la muleta planchada y por abajo. Ritmo y clase, como el del toro, que acudía a las telas con primor. Mediada la faena, barrió la arena, pulseó y ligó a la perfección en una ronda, rematada con un hondo pectoral. Pinchó antes de la estocada y el premio se redujo a una oreja, mientras que «Linosito I» era despedido con una lujosa ovación.

No tuvo tanta suerte con su dúo Sebastián Castella. El segundo, con hechuras para embestir, resultó más deslucido. Mansito, salió barbeando las tablas; agarrado a ellas empezó el francés su afanosa labor entre las ráfagas de viento. El quinto no tenía mal aire, pero se paró enseguida con sosería y de nada sirvieron el vibrante prólogo con el pase del péndulo ni el valeroso arrimón del epílogo. Con sendas ovaciones hubo de conformarse.

El personal montó en cólera cuando el blando tercero perdió las manos. Pidió con énfasis su vuelta a corrales, pero el usía dijo que nones y lo mantuvo en el ruedo. A la postre, resultó que este «Linero» portaba en su sangre máxima bondad. Una pena su justeza de fuerzas, porque cuando Alejandro Talavante lo templó con mimo enseñó su potable condición. Pero la gente andaba encabritada y fue imposible alzar el vuelo. Para colmo, el extremeño dio un sainete con el acero. Con el infumable sobrero de Carmen Segovia, se mostró apático y se marcó otro mitin a espadas. Como para retirarle el carné de matador...

La tarde fue de El Cid, que se marchó por la puerta grande y rindió el mejor homenaje a El Yiyo: la verdad del toreo con el lote propicio.

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