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Fisuras en la coalición tras la marcha de Holanda y las ambigüedades en EE.UU.

Canadá pone fecha de salida en Afganistán y Francia lanza el debate tras el giro de los socialistas

FRANCISCO DE ANDRÉS

La fulminante retirada del contingente holandés, a principios de este mes, ha reavivado el debate sobre el calendario de salida entre los principales países contribuyentes de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF). La decisión holandesa se vio acelerada por la reacción popular a la petición emitida por la Alianza para ampliar su misión, lo que desembocó en una crisis política que el pasado mes de febrero provocó la disolución del gobierno de coalición. Atrás quedaron cuatro años de operaciones en Afganistán y 24 muertos,

Las últimas bajas aliadas registradas esta semana serían normales en cualquier otro contexto bélico. Pero las incógnitas que deja al descubierto el plan del presidente Obama, y las propias contradicciones en su entorno, abren flancos a la revuelta en el seno de la clase política de Canadá, Francia y Alemania, socios clave en la batalla de Afganistán.

La ofensiva militar lanzada hace meses por la ISAF ha disparado el número de bajas en las filas talibanes —y un incremento sustancial de las aliadas respecto a los años anteriores— pero no da resultados tangibles en apoyo de la población y en control efectivo del territorio. Además, las declaraciones de las autoridades norteamericanas contribuyen a la confusión.

El nuevo comandante de las fuerzas de EE.UU. en Afganistán, el general Petraeus, puso en duda hace días la oportunidad de retirar las tropas a partir de julio del año que viene, como ha prometido el presidente Obama. El general responsable del entrenamiento del Ejército y de la Policía afganas, Bill Caldwell, cree que esas fuerzas no podrán cumplir medianamente bien su papel antes del 31 de octubre de 2011. Y, para completar el cuadro, el jefe de los marines, el general James Conway, opina que Estados Unidos debería quedarse varios años en Afganistán para completar su misión.

Los eslabones más débiles

Si la operación militar está más o menos clara —debilitar todo lo posible a los rebeldes talibanes y formar en paralelo unas fuerzas de seguridad afganas creíbles— la política está hundida en un foso de ambiguedades. El presidente afgano, Hamid Karzai, no goza del apoyo de gran parte de las fuerzas vivas del país y negocia —más o menos en secreto— con los talibanes, ante la posibilidad cercana de una retirada de la ISAF. Al mismo tiempo, el supuesto «hombre de confianza» de la coalición para la nueva etapa de plena soberanía afgana es objeto de ataques casi diarios en la prensa norteamericana (fitraciones de WikiLeaks al margen). Karzai es implicado periódicamente en numerosos casos de corrupción.

Holanda infligió, a principios de este mes, un serio golpe a la moral de la coalición con la retirada de su contingente, uno de los más importantes de la ISAF. La medida ha tenido especial eco en Canadá (sexto participante, con 2.830 militares en «zonas calientes»). Los dos partidos principales están de acuerdo en la necesidad de la misión en Afganistán, pero han pactado que en 2011 Canadá retirará la mayor parte de sus tropas porque «una década de guerra es suficiente». La oposición ha entrado en campaña para adelantar las fechas, y se apoya en los documentos filtrados por WikiLeaks para acusar al gobierno de haber engañado a la opinión pública canadiense.

Otro de los eslabones débiles de la coalición en Afganistán es Francia, que tiene más militares desplegados en la ISAF que Canadá aunque en áreas menos expuestas. La muerte de los dos últimos soldados franceses, a comienzos de esta semana, ha elevado la temperatura del debate antes del comienzo del curso político.

La oposición socialista francesa, que apoyó el envío de tropas en 2001, exige ahora un «calendario de retirada» al gobierno de Nicolas Sarkozy, y pide la convocatoria de una conferencia internacional bajo el patrocinio de la ONU, no de Estados Unidos. La derecha «soberanista» exige, por su parte, la urgente comparecencia en la Asamblea Nacional de los ministros de Exteriores y de Defensa. Y el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin pide una retirada total francesa de Afganistán en 2012, con un argumento de impecable factura «chauvinista»: «La pérdida de vidas francesas en un país que no conoce avances políticos es en el fondo una dimensión que no es la de Francia».

El frente anglo-alemán

La guerra no es «popular» en ningún país europeo, y Alemania no es una excepción. Angela Merkel ha salido varias veces al paso de las críticas a la presencia del ejército alemán en Afganistán, con un argumento sencillo: «Entramos juntos y debemos salir de común acuerdo; cualquier otro camino sería irresponsable y de consecuencias mucho más desastrosas que los ataques del 11 de septiembre».

Berlín es, junto con Londres, el aliado más firme de la Casa Blanca en el conflicto afgano, y el que se muestra más dispuesto a resistir los embates de los sondeos y de la oposición interna. No obstante, las contradicciones en el seno de la Administración Obama hacen mella en los cuarteles generales de la Alianza, que insisten en la necesidad de ampliar el campo de visión. «Una retirada prematura de Afganistán, cuando los islamistas ganan terreno en Pakistán y en Irak, sería el caos», señala una fuente autorizada de Bruselas.

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