De los sombreros de copa de Ascot, a las chaquetas a rayas de los remeros de Henley y las pajaritas de Glyndebourne, pasando por el «casual» de marca de Wimbledon. De las fresas con nata en las pistas de tenis al champán francés en el entreacto de la ópera, y siempre el Pimm's con soda con el que los ingleses acompañan su modesto buen tiempo. Así pasan los británicos sus días estivales.
GLYDEBOURNE
Si desea saber qué tal se lo pasa en verano la clase alta inglesa, aún está a tiempo. Póngase el esmoquin y tome un tren en la estación londinense de Victoria en dirección suroeste, rumbo a la población de Lewes. Durante el trayecto, de una hora, verá en el tren otras personas ataviadas como usted: varones con traje negro y pajarita, mujeres con vestido de noche. Comparta luego con algunos de ellos el taxi —son apenas diez minutos— hasta la finca de Glyndebourne, donde desde 1934 tiene lugar cada verano un festival operístico, normalmente con inclinación por Mozart.
Si desea saber qué tal se lo pasa en verano la clase alta inglesa, aún está a tiempo. Póngase el esmoquin y tome un tren en la estación londinense de Victoria en dirección suroeste, rumbo a la población de Lewes. Durante el trayecto, de una hora, verá en el tren otras personas ataviadas como usted: varones con traje negro y pajarita, mujeres con vestido de noche. Comparta luego con algunos de ellos el taxi —son apenas diez minutos— hasta la finca de Glyndebourne, donde desde 1934 tiene lugar cada verano un festival operístico, normalmente con inclinación por Mozart.
Pero lo de la ópera en sí, a pesar de su calidad y rango internacional y de su elevado precio (220 euros un asiento en platea), podría decirse que casi es lo de menos. Aquí lo importante es el picnic que se hace en el descanso —ampliado a hora y media para que no haya prisas—, con cestas equipadas de elegante porcelana, muchas de ellas luciendo el logotipo de Harrods, y copas bien surtidas de champán de verdad. Lo propio de Glyndebourne es el contraste entre la esquisitez de la etiqueta y el medio rural en el que tiene lugar, con rebaños de ovejas pastando literalmente a escasos metros.
Las instalaciones parten de una mansión familiar del siglo XVII típica de la campiña inglesa, con sus ventanales emplomados y la hiedra trepando por el ladrillo visto, que ha ido conociendo renovaciones y ampliaciones. La última fue la construcción en 1994 de un nuevo teatro, con capacidad para 1.200 personas y una acústica inmejorable. Todo con dinero privado, sin subvenciones públicas de ningún tipo.
Las instalaciones parten de una mansión familiar del siglo XVII típica de la campiña inglesa, con sus ventanales emplomados y la hiedra trepando por el ladrillo visto, que ha ido conociendo renovaciones y ampliaciones. La última fue la construcción en 1994 de un nuevo teatro, con capacidad para 1.200 personas y una acústica inmejorable. Todo con dinero privado, sin subvenciones públicas de ningún tipo.
El cartel de este temporada, con la Orquesta Sinfónica de Londres y la Orquesta de la Era de la Ilustración en el foso, ha contado con obras de Britten («Billy Budd»), Mozart («Così fan tutte», «Don Giovanni»), Verdi («Macbeth»), Humperdinck («Hänsel und Gretel») y Stravinsky («El progreso del libertino»). Los diseños de esta última ópera se han debido al pintor David Hockney.
ROYAL ASCOT
El festival empieza siempre a principios de junio, pero lo que marca el comienzo del verano para la gente bien inglesa, a mediados de ese mes, son las carreras de Ascot, a unos diez kilómetros del Castillo de Windsor. Es ahí cuando ellas sacan sus modelos veraniegos de creativos sombreros, haga el tiempo que haga pues el verano en el Reino Unido se inaugura al margen del clima, y ellos se ajustan al frag y «topper» (sombrero alto) establecido por las normas.
La tradición de Royal Ascot comenzó en 1711 cuando la entonces reina Ana, cabalgando por los bosques cercanos de Windsor, apreció las posibilidades que ofrecía el emplazamiento para carreras de caballos. Desde entonces, la presencia del monarca en la prueba ha sido habitual.
Las pruebas duran toda una semana. El exquisito público paga cien euros por estar cada día en la tribuna principal (en las ubicaciones para «plebeyos» los precios son más baratos), aunque más que las carreras el interés se centra en socializar con sus iguales entre sandwiches de salmón y champán. A partir de ahí, las mismas personas se volverán a ver en las otras citas que jalonan su veraneo, primero acudiendo desde Londres y luego desde sus mansiones campestres en los condados de alrededor.
REGATAS DE HENLEY
Las regatas de Henley-on-Thames son siempre el primer fin de semana de julio. La Royal Regatta o Henley Regatta tiene lugar en el tramo del río que pasa por esa población, no lejos de Windsor. Comenzó en 1839 y desde que en 1851 contó con el patrocinio del Príncipe Alberto el monarca reinante es siempre su patrono.
Las regatas de Henley-on-Thames son siempre el primer fin de semana de julio. La Royal Regatta o Henley Regatta tiene lugar en el tramo del río que pasa por esa población, no lejos de Windsor. Comenzó en 1839 y desde que en 1851 contó con el patrocinio del Príncipe Alberto el monarca reinante es siempre su patrono.
Las distintas competiciones suceden de miércoles a domingo y el público más exclusivo se reúne en un acotado de la orilla conocido como «Stewards' Enclosure». Los «Stewards» son los miembros del club que organiza las regatas, y dícese que en su organización se basó Pierre de Coubertin para modelar algunos elementos del Comité Olímpico Internacional. En Henley tuvieron lugar después las regatas de los JJOO de Londres de 1908 y 1948.
Para entrar en ese recinto (las regatas se pueden ver desde otros lugares) hay que cumplir con unas estrictas reglas de etiqueta. Los hombres deben vestir traje o una combinación de chaqueta deportiva y pantalones largos y llevar corbata; en el caso de las mujeres el vestido o la falda tiene que cubrir las rodillas; además se les anima a lucir sombrero.
WIMBLEDON
Entre los caballos de Ascot y las regatas de Henley median un par de semanas y éstas están ocupadas por las raquetas de Wimbledon. A pesar de seguir siendo la catedral del tenis, Wimbledon ya no tiene el carácter exclusivo de sus inicios y se ha popularizado, de forma que alguna gente «posh» (la palabra inglesa para «pijos») se refugia en el aforo más reducido del torneo previo de Queen's, también en Londres.
No obstante, el deporte que nació en las «courts» (palabra que significa corte, pero que también ha dado lugar a cancha) de la monarquía y su nobleza sigue ejerciendo su atractivo entre los pudientes. Los aristócratas pueden colarse en el siempre solicitado palco real de la pista central del All England Club, mientras que otro tipo de fortunas disponen de sus propios reservados en el recinto.
