Otra de gays, pero con Carrey

Pesa tanto la figura de Jim Carrey en una película que sin unos fundamentos a prueba de terremotos lo más probable es que el conjunto acabe desequilibrado. Sólo Peter Weir consiguió del todo anular el peligro en la fabulosa «El show de Truman». De «Philip Morris, ¡te quiero!» lo primero que sorprende es que no hable ni de pasada sobre el tabaco, al estilo de «Gracias por dejar de fumar». Es como filmar «Eres la bomba, Mercedes Benz» y que la Merceditas del título sea la cajera de un supermercado. Perdón por la digresión.

El personaje de Philip Morris está interpretado Ewan McGregor, de largo lo mejor de la película. Su interpretación de un homosexual sin pluma es una muestra más de la versatilidad de este actor, que aquí incluso parece más bajito, en un papel de osito tierno del que se enamora, como queda claro en el título (esto sí) el protagonista, una versión de Carrey algo avejentada y a ratos contenida, un tipo capaz de desempeñar los más diversos oficios. El repaso que le da la cinta al mundo laboral alberga los minutos más brillantes.

Transgresora a medias, la película navega entre géneros con cierta pericia, pero sin terminar de sentirse a gusto en ninguno. Del drama a la comedia y de la risa al romance, su indefinición refleja quizá el reparto de tareas entre sus autores, Glenn Ficarra y John Requa, prometedores guionistas de imaginación cercana al desborde que debutaban en la dirección y que ya preparan su próxima entrega. Darán que hablar.