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El gesto de Leandro

REUTERS

ANDRÉS AMORÓS

SANTANDER

Leandro Marcos, diestro castellano de línea artística, fue herido en Toro: era dudoso que pudiera reaparecer hoy. Hace un esfuerzo evidente y está a punto de abrir la puerta grande: un gesto torero que merece aplauso.

Comento con el diputado Juan Manuel Albendea, buen escritor taurino, nuestra preocupación, la probable prohibición en Cataluña. La asocia él con dos preguntas: «¿Cuántas corridas de toros ha transmitido en directo Televisión Española desde que Zapatero llegó al poder? ¿Es constitucional que una Comunidad Autónoma pueda legislar algo así?»

Tiene razón, creo, pero añado yo: ¿Por qué el PP no ha presentado una proposición de ley que lo impida? Son arcanos —para mí— de la estrategia política.

Me consuelo leyendo algunos de los quinientos poemas taurinos del siglo XX que ha recogido, en un grueso volumen, la admirable agrupación cultural santanderina La Venencia: «El Siglo de Oro de la poesía taurina», titulan correctamente. ¿Habrán leído algo de esto los presuntos «expertos» que consideran a la Fiesta una barbarie? ¿Conocerán este libro los parlamentarios catalanes que quieren prohibirla?

Los toros de El Pilar, altos y levantados de pitones, han manseado en los primeros tercios, huyendo y cruzándose en los capotes; en la muleta, se han dejado torear, alguno con suavidad.

En su segunda comparecencia, El Juli muestra su profesionalidad pero tampoco logra un triunfo rotundo. El primero, distraído, se queda cortito; a mitad de faena, cambia, saca genio, se defiende. Faena de técnica y esfuerzo, sin más brillo.

Aprieta el acelerador en el cuarto, incierto en el capote, que hiere al Niño de Belén. Muy decidido desde el comienzo, va alargando la embestida,por la izquierda. Recurre a tres circulares invertidos para calentar el ambiente y se vuelca en la estocada: una oreja.

Castella, en los dos suyos, apunta pero no llega a triunfar. El primero flojea pero mete bien la cabeza, en una series en las que el diestro acompaña más que manda. Concluye en las cercanías, con desplantes: ha estado correcto, pulcro y algo frío. No mata bien.

En el quinto, rebrincado, que se para pronto, consigue series cortas, muy firme pero algo mecánico. Tampoco acierta con la espada.

Con su esfuerzo, Leandro se convierte en el protagonista de la tarde. Todavía se recuerda aquí su gran faena del año pasado. El tercero, revoltoso, derrota por alto al final de los muletazos. Dibuja series con buen estilo y algunos apuros. Le echa casta pero se le nota inseguro: ¿está en condiciones para torear? Sorprendentemente, consigue una gran estocada y la primera oreja.

En el segundo se la niega el presidente, cuando ha toreado mejor, con gran sabor, sin poder marcharse del toro: un verdadero gesto.

Recuerdo especialmente hoy que, en una entrevista con Bagaría, encontré una frase de García Lorca que hemos repetido todos: es «la fiesta más culta que hay en el mundo». Algunos nacionalistas catalanes (socialistas y de Convergencia: igual da) han venido a corregir al poeta: ¡allá ellos! ¡Pobres catalanes, en manos de qué políticos están!

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