El 70% de nuestro organismo es agua y el 25% de ese líquido se encuentra en la piel. Cuando este porcentaje disminuye, la epidermis muestra sus primeros síntomas de alarma: deshidratación, falta de luminosidad y elasticidad, y arrugas acentuadas.
Cuando la piel se descama y se agrieta, se vuelve áspera, pierde toda su flexibilidad y se tensa generando sensaciones desagradables. Por eso, aunque resulta fundamental suministrar dos litros de agua diarios a nuestro organismo, también hay que hacerlo desde el exterior con los productos adecuados.























