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El arzobispo ordenó ayer a seis nuevos sacerdotes y quince diáconos

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TOLEDO

En la mañana de ayer, el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, ha ordenado, en la catedral primada a seis nuevos sacerdotes y a 15 diáconos de la Diócesis. En la celebración han estado presentes cinco obispos, dos abades mitrados y cerca de dos centenares de sacerdotes.

En la homilía de la Eucaristía, el prelado de Toledo ha animado a los nuevos pastores a dar la Santa Misa con « amor, temblor y alegría profuna». Según Rodríguez, el sacerdocio «es un riesgo y una responsabilidad, pero es posible y da una alegría y unas ganas de vivir increíbles.

El arzobispo se ha mostrado «particularmente contento» por el acontecimiento calificando la jornada como un día de «alegría para toda la Diócesis». En particular ha querido resaltar la labor realizada por los Seminarios Mayor y Menor «por cuanto habéis hecho en la formación de estos jóvenes» y a las parroquias de las que salieron y en las que han trabajado.

Tras recordar las palabras del Papa Benedicto XVI en la clausura del año sacerdotal, Braulio ha recordado a todos los jóvenes «que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe; más aún, que Dios está esperando un sí». Por ello ha pedido a todo los fieles una oración «por esta vocación».

No ha querido dejar pasar la ocasión el prelado para referise a las herejías, como el pelajianismo, que reclaman una reforma sustancial de la Iglesia y de la forma de vivir el sacerdocio. El arzobispo ha reafirmado, su comunión total con Roma y ha afirmado que « otro tipo de sacerdocio sería bien acogido por muchos en una sociedad de débil pensamiento, ero sería un fracaso y una infidelidad a lo que nos dice Cristo». Braulio Rodríguez quiso hacer énfasis en este argumento y se mostró seguro en que al «Señor no le gustan los indecisos o la blandura de una fe ligth, al estilo de este mundo, Él pide que seamos honestos y no nos engañemos».

La vocación total a Dios y a las personas de los sacerdotes se debe, según el

arzobispo a que «Jesús no quiere discípulos con el corazón dividido, los quiere convencidos de la absoluta novedad del Reino, y entregados a Él con todas las fuerzas de su corazón».

Por esto, todas las personas pueden verse llamadas a seguir a Cristo de manera más especial que los laicos, porque la vocación se trata de una llamada que se recibe, que se siente, no de una elección a título personal.

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