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Paso a los secundarios

Cesc y Pedro acuden al rescate de un equipo que se atascó con el paso de los minutos

AFP

JULIÁN ÁVILA

La FIFA constata que Fernando Torres había corrido casi veintitrés kilómetros (22.830 metros) en los cuatro partidos que había jugado la selección hasta el decisivo encuentro de cuartos. Más de medio maratón en la búsqueda de sensaciones. El Niño quería ser El Niño después de la arriesgada decisión de operarse la rodilla a poco más de dos meses para la cita de Sudáfrica. Un trecho complejo. Sólo pudo participar treinta minutos en uno de los tres amistosos previos y arrancó el Mundial en el banquillo porque el guión así lo exigía.

El tortazo ante Suiza le trasladó al primer plano. Torres al rescate. La selección precisaba de profundidad en el ataque porque los rivales sabían de memoria cómo maniatar a la campeona de Europa. Su aparición en el once no representó ningún bandazo. Conoce los automatismos del equipo con los ojos cerrados. Sólo faltaba conocer la respuesta física y la anímica. Confianza, en definitiva.

Honduras , Chile y Portugal midieron su estado. Su encomiable generosidad estaba por encima casi del rendimiento. Se veía que le faltaba un poco. Lógico y normal. Una adaptación que no encontró el mejor alimento del mercado. El gol. La fórmula para despejar la mente del permanente bucle masoquista que acarrea una lesión. Desconfianza, temor, ansiedad... Una película casi de terror para los delanteros goleadores.

En mitad del túnel apareció Llorente para contribuir con su trabajo al derrumbamiento de Portugal. Bienvenido el incordio. Y debate al canto. Sin embargo, el cuerpo técnico no ha dudado en mantener la confianza intacta. Titular ante Paraguay. Al lado de David Villa y de Iniesta. Un repaldo necesario para el jugador en épocas de niebla. No es muy normal que un goleador contrastado como Torres no haya podido marcar.

Pudo romper la racha ante Portugal . Sacó un disparo de la nada, pero Eduardo metió una prodigiosa mano para mandar el balón a saque de esquina. Una acción individual que no encontró continuidad. Quizás porque se haya fajado demasiado en sacrificio del plan común. El Niño fue otra víctima del buen ejercicio de Paraguay y estuvo desaparecido en combate, con la mayoría.

Del Bosque tuvo que mover ficha. Plan alternativo. Cesc y Pedrito al campo. Dos jugadores con 59 minutos y 14, respectivamente, en los cuatro primeros partidos. El movimiento dio sus frutos. Control, amplitud y velocidad. Fábregas se asoció con Xavi y Busquets de manera organizada y la selección comenzó a sacudirse la presión asfixiante del contrario. Recuperó el balón y sacó las señas de identidad. Toque, toque... paso, paso... ocasión tras ocasión. España se convirtió en la dueña del partido, después del lío que montó Batres en ambas portería, y todo apuntaba a que el gol sería cuestión de tiempo.

Se impuso el sentido común. La calidad al músculo y al pelotazo. La entrada de Pedrito dio otro aire al ataque. Y el azulgrana intervino de manera decisiva en el desenlace final. Tuvo el gol en sus botas. Fue eléctrico a la hora de montar la pierna pero Jabulani se estrelló contra un palo. Luego, el rebote tuvo un destinatario español. Villa, el hombre tocado por los dioses del campeonato. En Ellis Park falló un penalti ante Honduras y ahora la fortuna le sonrió con el disparo que tocó ambos palos, para que el balón acabase en la red. Otro movimiento de ajedrez que le salió bien al seleccionador.

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