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El mejor Calderón

La Compañía Nacional de Teatro Clásico estrena hoy en Almagro «El alcalde de Zalamea», uno de los grandes títulos del teatro español

JULIO BRAVO

Pocos versos de nuestro teatro son tan populares como los que pronuncia Pedro Crespo en «El alcalde de Zalamea», la obra de Calderón de la Barca: «Al Rey, la hacienda y la vida hay que dar, / pero el honor es patrimonio del alma / y el alma sólo es de Dios». Son versos que sonarán de nuevo a partir de hoy en el Hospital de San Juan de Almagro, en una nueva producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Su director, Eduardo Vasco, es también el responsable de este montaje, «un buen miura» según sus palabras. Hace diez años que la CNTC no pone en pie esta obra, que Vasco cree que debe reponerse periódicamente. «Cuanto más la hagamos mejor», dice Vasco, que añade que éste era un buen momento para hacerlo, especialmente por el reparto que ha reunido. Joaquín Notario interpreta a Pedro Crespo, el alcalde de Zalamea. «No se puede hacer esta obra si no tienes un gran Pedro Crespo, pero tampoco si no cuentas con magníficos actores para personajes como La Chispa, el capitán, Isabel... Tienen todos su perfil». Y para encarnarlos cuenta el director con intérpretes como Pepa Pedroche, Ernesto Arias y Eva Rufo. Carolina González firma la escenografía, Miguel Ángel Camacho la iluminación y Lorenzo Caprile ha seleccionado el vestuario.

Lo que hace especial a «El alcalde de Zalamea», dice Vasco, «tiene que ver con el concepto de la Justicia. Es una obra en la que se muestra cómo un hombre llano puede vencer al poder establecido; una victoria de lo natural sobre lo organizado, sobre el sistema. Esa reflexión sobre la Justicia abre una línea en el teatro español que se prolonga hasta el Tenorio, incluso. De la manera más didáctica, el teatro le dice al pueblo que se puede parar a esa gente que comete tropelías en nombre del poder».

No sólo el fondo, también la forma confiere a «El alcalde de Zalamea» su vitola de obra maestra. «Es una maravilla literaria, una de las mejores obras de Calderón de la Barca. Deja de lado el lenguaje barroco y se preocupa por conseguir una

obra verosímil, que entienda el público sin problemas». Y al estudiarla para realizar esta versión, explica, ha percibido «la magnífica carpintería, la simetría de la construcción, prácticamente arquitectónica, de la obra, la gran sabiduría con que Calderón trabaja los tiempos ylos espacios».

Es una obra, añade el director, «que la sueltes como la sueltes siempre cae de pie». No hay, por tanto, que aderezarla, concluye Vasco; «no hay que cocinarla, simplemente a la plancha, vuelta y vuelta; cuanto más cosas le pongas más la vas a ir deformando».

MADRID

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